Mayoría y facción

LA MAYORÍA aparente protagonizada por una facción es algo que ha sucedido, que conoce nuestro tiempo y que el futuro no está claro que pueda evitar.

Es una conclusión a la que llegué hace tiempo. En demasiadas ocasiones no manda la mayoría. Lo hace una facción que secuestra la imagen de la mayoría. Y así esa facción es la mayoría, lo es aparentemente, pero ejerce como tal.

Me lo hizo recordar la película ‘Divergentes’ ahora en exhibición, en la que en una hipótesis la sociedad del futuro estaría dividida en facciones: verdad, erudición, cordialidad, osadía y abnegación. Todo aparentemente muy futurista, pero no tanto, porque uno de los principios de la cosa es que uno puede elegir facción, pero no puede cambiar una vez hecha elección, y los que no sean admitidos o sean expulsados pasan a engrosar la lista de los abandonados, una especie de parias.

Eso sí, los más peligrosos son los divergentes, que no contraen sus aspiraciones a las de la fracción o mejor dicho, no se ahorman fiel y perrunamente a ella.

Los más peligrosos son los divergentes, que no son los desleales, sino los que piensan por su cuenta; no son los traidores, sino los que aceptan la decisión con espíritu crítico aunque constructivo.

A mí me parece que sin divergentes no hay ni debate, ni creatividad, ni acaso tan siquiera libertad. Yo desde luego me siento divergente, aunque eso no haya hecho fácil mi vida. Pero qué le vamos a hacer, soy así.

Hacen falta divergentes, espíritus y ánimos libres que impulsen conductas no condicionadas a cánones inaceptables. Sobre todo si no se quiere ser un mero instrumento de la mayoría ficticia encarnada pòr una facción, que además no es ni imaginativa, ni tan siquiera estética.

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