Máscaras, caretas y antifaces


DOMINGO
La lluvia y el frío deslucen el Carnaval. Por la calle no hay un alma. Ni siquiera un alma en pena. En medio de la desolación, pasa, heroica, una charanga tocando lo que sabe y como sabe. 

Tengo la impresión de que lo que queda del Carnaval en Lugo se refugia en el Círculo de las Artes, donde, por lo visto, también el declive de la fiesta se nota. Durante los años del franquismo, el Entroido perdió su carácter de fiesta oficial. A estos días se les llamaba fiestas de Primavera. Lugo fue una de las pocas ciudades españolas donde la costumbre se impuso a la ley. No la única, como se dice a veces, pero sí una de las pocas. El martes de Entroido tenía aquí carácter de fiesta laborable a partir de las tres de la tarde, lo cual permitía digestiones largas y troula vespertina. En la resurrección del Carnaval lucense tuvo mucho que ver este periódico y, concretamente, la cuidadosa y generosa atención que le dedicó siempre nuestro veterano compañero y muy querido amigo Francisco Rivera Manso, quien desde antes del Xoves de Comadres anunciaba los festejos, les dedicaba reportajes retrospectivos y recordaba anécdotas, tradiciones y personajes del Entroido de antaño.

En la dictadura de Primo de Rivera se prohibió el uso de caretas y antifaces por la calle: para evitar la impunidad en posibles tropelías o venganzas personales, bastante frecuentes en la época. El franquismo mantuvo el veto, aunque sin excesivo rigor. Claro que para cometer atropellos no se precisa de embozo ni es necesario llevar la cara tapada. Que se lo pregunten a Eliseo, llamado Sito, el hombre al que mataron la noche del Martes de Carnaval de 1974 en el barrio galante de Lugo, hoy urbanísticamente remozado. Le había pegado un par de tiros un tal Manuel, que atendía un tenducho en el portal que daba entrada al miserable cuarto donde Sito veía a su novia, una chica de alterne, Lolín Fontecha, valenciana, que salió viva de milagro. 

Creo que para encontrar en Lugo otro suceso terrible de Martes de Carnaval hay que remontarse a finales del siglo XIX, cuando el famoso crimen de Consumos, así llamado popularmente porque la víctima fue un empleado de Consumos. Lo había matado, la sentencia dijo que por celos, una señora de familia conocida. Se presentó en casa de su víctima con la cara cubierta por un velo negro y le partió el corazón de una cuchillada limpia. La víspera de cometer el crimen, la mujer había comprado la gasa en el comercio de don Antonio Paz, muy cerca de donde escribimos estas líneas. “Es que mañana voy a salir disfrazada de viuda”, bromeó con el dependiente.

El periódico El Lucense, ultracatólico, aprovechó la marea para imputar el suceso a la disolución de las costumbres: carnaval, disfraz, relaciones no santificadas, etcétera. Y, naturalmente, pidió mano dura. El Lucense se subtitulaba diario católico de la tarde. Tenía su redacción en la calle de San Pedro. Don Antolín López Peláez, ilustre clérigo astorgano, magistral de la catedral de Lugo, mandaba mucho en el periódico. Don Antolín tiene una larga biografía de colaborador, redactor y hasta director de periódicos. Está por hacer. La primera publicación que honró con su firma se llamaba El criterio tridentino, título sobradamente expresivo. Su publicaba en Astorga.

LUNES
Anoche seguí un rato la gala de los Goya. De vez en cuando, asomaba a la pantalla un mandria, recogía su premio y se quejaba un poco de lo rácana que es la Administración con la industria cinematográfica. En otras palabras: quieren más pasta. En España todo el mundo se ha acostumbrado a vivir de la subvención y estos camastrones no van a ser menos. 

MARTES
Parece que va para adelante el centro de interpretación del Camiño [de Santiago] Norte en Mondoñedo. El conselleiro Fernando Blanco y el gerente del Xacobeo, Ignacio Rodríguez Eguíbar, están muy interesados en que el proyecto llegue a buen término. Pero, como se sabe, a veces los mejores deseos se tropiezan en las más duras realidades. El centro quedará instalado en la antigua casona de los Santomé, hasta hace unos años cuartel de la Guardia Civil. El edificio, hermosísimo, está siendo rehabilitado. Luego, habrá que llenarlo de contenido. Y ahí se verá lo que dan de sí tan loable propósito. 

VIERNES
Mañana será consagrado Alfonso Carrasco Rouco nuevo obispo de Lugo. A mí me parece que todo lo que se lleva escrito acerca de su nombramiento tiene que hacer que se sienta un tanto incómodo, consciente de que cuanto haga y diga ha de ser examinado con lupa: desde la homilía de mañana hasta su primera visita pastoral, pasando por nombramientos parroquiales y curiales. Dejando aparte lo que sea o deje de ser el nuevo obispo, no hay duda de que llega a Lugo desfavorablemente marcado por un prejuicio inevitable pero del que no tiene culpa: el de ser sobrino de Rouco Varela. El cardenal de Madrid no parece persona especialmente simpática, eso es cierto. Tampoco es precisamente un adalid de la teología de la liberación. Pero todo eso no es imputable a su sobrino, a quien habría que conceder el mismo trato que se dispensa a los políticos que se estrenan en el cargo: los consabidos cien días de cortesía. Primero veamos y luego opinemos. Los juicios precipitados no son buena cosa.

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