Más de 5.500 hogares son unipersonales en A Mariña

Ocho de cada cien mariñanos según el Ige viven solos, la mayoría personas mayores que quieren seguir en sus casas y retrasar su institucionalización, a lo que contribuyen diversos servicios de las administraciones que ayudan a mejorar su calidad de vida
José Luis López
photo_camera José Luis López

La comarca de A Mariña cuenta en la actualidad con 5.573 hogares en los que únicamente reside una persona, según datos del Instituto Galego de Estatística (Ige) a 1 de enero de este año, lo que significa que ocho de cada cien mariñanos viven solos.

Una decisión voluntaria en buena parte de los casos, pues las personas mayores, mientras se puedan valer por sí mismas, prefieren seguir estando en sus casas que son la mayoría de las veces en las que han forjado su vida familiar desde hace años.

La buena relación con los vecinos y la cercanía de familiares que miran por su bienestar son circunstancias que se repiten en muchos casos en la comarca y que animan a los mayores a seguir solos en casa, a lo que también contribuye el hecho de poder contar con diversos servicios que se prestan desde la Administración y que posibilitan la permanencia en sus viviendas, como son la ayuda en el hogar, el servicio de teleasistencia o el programa de comidas a domicilio.

Este último, denominado Xantar na Casa, se presta desde el Consorcio Galego de Servizos de Igualdade e Benestar en colaboración con los ayuntamientos, entidades que sufragan el coste del servicio del que también paga una parte el usuario. En su casa, una vez a la semana, reciben 14 barquetas termoselladas, que se corresponden con el primer y segundo plato del menú de cada día, que también consta de postre y pan, menús adaptados a las necesidades nutricionales de cada individuo, al que la Xunta presta los electrodomésticos necesarios -microondas y frigorífico- en caso de carecer de ellos.

63 BENEFICIARIOS. En A Mariña son 63 las personas adscritas a este servicio, que funciona en A Pontenova, con 3 usuarios; Alfoz, con 6; Burela, con 7; Lourenzá, 2; O Valadouro, 3; Ribadeo, 27 y Viveiro, 15. De todos ellos, solo el municipio alfocense tiene completadas todas las plazas disponibles, habiendo vacantes en el resto.

Uno de los usuarios de este servicio es José Luis López García, de Viveiro. Tiene 62 años, "pero estoy muy cascado", asegura con humor, mientras relata una lista de enfermedades que van desde problemas de movilidad a consecuencia de una rotura de cadera a otros que le impiden tomar comida sólida, debido a que la quimioterapia y la radioterapia a la que tuvo que someterse para superar un cáncer de pulmón le provocó el estrangulamiento del esófago.

VARIEDAD. Ese fue uno de los motivos por los que solicitó el servicio de Xantar na Casa, "porque tengo que comer todo pasado y así, además, no me tengo que preocupar ni de hacer la compra ni de cocinar", recuerda desde su casa en Viveiro, donde cada miércoles le dejan las bandejas con la comida. "Viene una chica, casi siempre la misma, que es muy simpática y la deja directamente en la nevera y mira lo que hay y si no he comido algo pregunta si es que no me gustó", explica López, quien valora el servicio y reconoce que la comida es variada, aunque viene con poca sal.

Residir en el centro de Viveiro le permite tener todo cerca, lo que es una ventaja para poder seguir en casa, donde pasa buena parte del día. Hacer crucigramas, leer y escribir son algunas de las actividades con las que se entretiene. "A escribir me dedico por las noches, ya que me gustar plasmar lo que me ha sucedido durante el día. Hay de todo, buenos y malos momentos", señala.

José Luis cree muy positivo este servicio, una valoración que comparte con una gran parte de los usuarios, pues en el 95 por ciento lo consideró bueno o muy bueno en las encuestas de satisfacción que responden los clientes y en las que analizan cuestiones como el trato, la puntualidad, el seguimiento o la atención a las demandas recibidas.

Al contrario que José Luis, Domingo Rodríguez Méndez se desenvuelve perfectamente en los fogones y el exquisito olor a caldo de repollo en su vivienda a la hora de comer lo corrobora. Ya cocinaba cuando vivía su esposa y es ahora una obligación desde que ella falleció, el pasado diciembre. "La cocina se me da muy bien", dice, aunque no tanto la casa, para lo que cuenta con ayuda.

Ninguno de los tres hijos de Manuel reside en Foz, aunque dos viven en la provincia y otro en A Coruña y el contacto es continuo. "Todos están que me vaya con ellos, pero yo no me quiero meter en su vida y me gusta estar en mi casa", asevera este focense, que trabajó como electricista para los barcos y después en una fábrica de Rábade, localidad en la que vivió una década, sin perder nunca su relación con Foz, adonde acudían todos los fines de semana.

Domingo vive en un barrio en el que todo el mundo se conoce y se ayuda, así que está tranquilo en su vivienda, en la que por la mañana para poco. Mantiene la costumbre de madrugar y de andar cerca de hora y media, además de ir a la compra, para luego cocinar, siempre con la radio puesta; por la tarde, sin embargo, apenas sale de casa y si lo hace es para charlar con su hermano en el bar que regenta en la zona de la playa.

A sus 84 años, Domingo tiene claro que "seguiré aquí mientras pueda", aunque no oculta que echa mucho de menos a su esposa, con la que estuvo más de 60 años y a la que conoció con 16 en la playa. "De día se va llevando, pero las noches con más tristonas", admite con resignación.

MÁS MUJERES. Las mujeres son mayoría entre los mayores que viven solos, lo que se debe a dos factores: el oficial, que fija el índice del envejecimiento seis puntos por encima en las féminas -20,8 frente al 14,4 de los varones- y el oficioso, que refleja que las mujeres se apañan mejor solas en casa porque es donde han pasado buena parte de su vida y las tareas domésticas no tienen secretos para ellas.

Algo que bien corrobora María Teresa Fernández Sal, que el 29 cumplirá 82 años, buena parte de los cuales los ha pasado en la casa de Os Carballás, en Lourenzá, que compró junto a su marido con el esfuerzo de toda una vida y con lo que cumplió el sueño de "ter unhas lousas miñas".

Una casa en la que reside sola tras enviudar y en la que tiene claro que quiere seguir viviendo mientras pueda, pues "estar aquí é o mellor, teño as miñas galiñas e os meus coellos", sin olvidar al perro, que además de compañía le sirve de protección. Unos animales cuyo cuidado le lleva parte de la mañana y a los que se dedica nada más desayunar, que es lo primero del día, recuerda. El arreglo de la casa y la comida son otras de las tareas que desempeña.

Residir a poca distancia de Vilanova le permite a Teresa poder acercarse andando cuando lo desee, incluso para hacer la compra, para lo que se vale de un carrito, aunque pasan furgonetas de reparto de pan y fruta cada día por su puerta, lo que le permite abastecerse sin problema. Al centro volverá a ir en breve una vez a la semana al curso de memoria que organizan desde el Ayuntamiento, en el que además de reforzar la lectura y la escritura, le cogió gusto a las sopas de letras y son varios los libros que tiene en casa y a los dedica un rato por las tardes. "Gústame moito facelas, pero non as dos números", ríe.

Su único hijo Raúl, que se llama como su marido, reside en el veciño concello de Barreiros, aunque todas las noches cena con su madre cuando sale del trabajo. Los domingos siempre come con su hijo y su nuera, lo que le permite ver a su nieta Tamara, a la que adora. "É moi seria e moito no seu sitio. Está estudando na Coruña a terceira carreira e eu xa lle dixen que cando a acabara lle daba para o coche e así foi e púxose moi contenta", recuerda.

"É moi importante ter xente que te queira", señala, consciente que de tiene suerte de tener una familia que está pendiente de ella, dispuesta a acogerla cuando lo necesita, pero mientras tanto prefiere estar en su casa.

OPCIÓN PERSONAL. "Como na casiña, nada", cuenta Primi Nécega, que sigue residiendo en la vivienda que se construyó en Ribadeo con su marido, del que quedó viuda a los 47 años. Ahora, con 86 recién cumplidos, no quiere ni oír hablar de dejar su casa. "Yo vivo sola porque quiero, porque podría estar con cualquiera de mis dos hijos, pero ir de visita está bien, pero yo quiero vivir en mi casa, porque es mi nido, donde tengo mis recuerdos, mis fotos, mis diplomas...", asevera.

Escribir fue una terapia para Nécega, un hábito que recuperó al fallecer su marido Pepe y del que no quiere desprenderse, como bien saben los lectores de La comarca del Eo, donde con cierta frecuencia escribe artículos, además de tener varios libros publicados desde aquel primer ‘Despertar’ de poesía. "Tengo mi ordenador y me he ido adaptado a los tiempos y a veces pienso que si me viera Pepe no se lo creería", afirma.

La música es también una de sus aficiones y además de tocar el órgano que uno de sus hijos le regaló con su primer sueldo no se pierde un concierto de los que hay en Ribadeo, "ni charlas, ni conferencias", ni tampoco el café casi diario en La Lira con sus amigas, ni la misa los domingos de tarde.

Aunque a veces le ayudan con las faenas de casa, el día a día es cosa de ella y también se encarga de la comida y la compra y tampoco descuida su salud. "Si tengo algo voy al médico, porque prefiero cuidarme y me controlo la tensión, pero del resto estoy bien", admite.

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