A María Isabel Sánchez Montenegro

Solo los que han perdido un hijo conocen el inmenso, profundo e infinito dolor que se siente, una sombra perpetua, como escribió Rosalía de Castro, que pasa a formar parte de la vida de los que se quedan.

Un mal día se atravesó en tu camino un maldito cáncer, que sobrellevaste con valentía, optimismo y coraje, como hacías las cosas, en el ejercicio de la docencia, en el servicio a los demás, en el cuidado de tus padres, en tu paso por la política, municipal y autonómica.

Nos has dado una lección de vida, has luchado sin quejarte para poder deshacerte de ese enemigo que ataca sin piedad. Pero desgraciadamente, como todos los ‘trileros’, el cáncer se sacó de la manga los ases y ganó la partida.

Tu voz no sonará en el Coro Parroquial pero sí sonará en el Coro Celestial. ¡Que falta hacías aquí a tu madre! Una mujer extraordinaria, valiente y abnegada que, en pocos meses, sufrió la pérdida de su marido y su única hija. Una mujer que esconde su gran dolor tras una triste sonrisa.

Antinatural es perder una hija, todavía joven con un proyecto de vida que se ha roto. ¡Cuánto te quedaba por vivir! Pero tus alas al igual que tus proyectos se han roto.

No sé que decirle a tu madre, no encuentro palabras, solamente decirle que por las noches mire al cielo y aquella estrella que más brille es su hija, para darle luz y fuerza para seguir adelante.

Suele decirse "qué tristes, que solos, se quedan los muertos"; yo digo, que tristes y que solos se quedan los vivos.

Descansa en paz Maribel, un beso para tu madre y una oración por ti de toda nuestra familia.