Maná con sabor electoral

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Quedan seis meses para las elecciones municipales y la política comienza a convulsionarse en la provincia de Lugo con el anuncio de inversiones espectaculares que son maná para algunos ayuntamientos, mientras otros están ‘a velas vir’ y ponen el grito en el cielo. En los últimos días, ha surgido la polémica con las actuaciones anunciadas por la Diputación en Monterroso, donde gobierna el socialista Antonio Gato Soengas, y que han soliviantado a sus colegas de Portomarín, Juan Serrano, y Antas de Ulla, Javier Varela. Ambos populares acusan al gobierno de San Marcos (PSOE-BNG) de actuar de forma partidaria, beneficiando exclusivamente a los concellos de sus colores e ignorando las demandas de sus contrincantes. Pero, no son los únicos, porque el resto de los alcaldes populares, que son mayoría en la provincia, mantienen argumentos semejantes.

La entidad provincial lleva años volcada con Monterroso. Primero, el área de deportes, dirigida por el BNG, destinó 1,2 millones a la construcción de un complejo con la única piscina climatizada de la comarca, proyecto al que hubo que añadir después un presupuesto complementario de 350.000 euros, porque la obra quedó sin rematar al quebrar la empresa y registrarse una serie de irregularidades en las certificaciones de obras que está en manos del juzgado. Después, llegaron fondos provinciales para terminar la residencia de la tercera edad. Ahora, le caen otros 400.000 euros para cubrir las pistas de pádel, equipar el gimnasio y renovar el césped del campo de fútbol.

La Diputación mima Monterroso, con el sólido argumento de su ubicación como lugar idóneo para la creación de servicios de carácter comarcal en A Ulloa y municipios limítrofes, pero también cuida con especial cariño a su alcalde. Gato es un histórico del socialismo de la provincia y lleva mandato tras mandato renovando su mayoría absoluta. Pero, poco a poco, ha sido arrinconado por el PSOE a su feudo monterrosino, primero sacándolo del gobierno provincial y más tarde sin contar con él en la ejecutiva del partido, y eso hay que compensarlo.

Sin embargo, las inversiones en Monterroso son solo un ejemplo, porque en los últimos días se anunciaron otras actuaciones de seis cifras, como las de Castroverde, Becerreá y Ribas de Sil, todos concellos gobernados por socialistas, que son un lujo para cualquier ayuntamiento con los tiempos que corren. Capítulo aparte es el de A Montaña, donde los socialistas se juegan una baza fundamental para mantener la Diputación y las actuaciones son continuas, con plan de empleo particular incluido.

También el BNG se vuelca con sus ayuntamientos y firma convenios para muy diversos proyectos con concellos gobernados por los nacionalistas como el de Ribadeo, el de Mondoñedo y, esta misma semana, con el de Monforte.

Es cierto que hay servicios de la Diputación de los que se benefician municipios de todos los colores, como el de recaudación o asesoramiento jurídico, y planes a los que se han sumado también ayuntamientos del PP, como el Innova-TE, el de ahorro energético o el POS, pero cada vez surgen más subvenciones nominales, es decir que no se someten a un concurso de libre concurrencia y que, por lo general, solo benefician a los concellos socialistas y nacionalistas.

La Xunta, por su parte, actúa de forma semejante con los concellos del PP, pero su austeridad en el gasto hace que las inversiones importantes se puedan contar con los dedos de una mano. Salvo proyectos como el puerto seco de Monforte, el corredor de la costa o el auditorio de Lugo, que ya vienen de atrás, el Gobierno autonómico ha financiado muy pocas obras de envergadura en la provincia en los últimos años, salvo excepciones muy ilustrativas, como la residencia de ancianos de Baleira, un proyecto muy personal del fallecido alcalde popular Francisco Acal. El centro fue construido por la Xunta, después de que el regidor no llegase a un acuerdo con la Diputación, al mismo tiempo que la Consellería de Benestar negaba la concertación de plazas en los geriátricos que está construyendo la entidad provincial, alegando que, según un estudio de la USC, en Lugo no hacían falta este tipo de instalaciones.

La cuestión es que este juego político -el de beneficiar a los afines y al enemigo, ni agua- está asumido como algo normal. «Se fósemos nós os que gobernásemos na Deputación fariamos o mesmo», me dijo hace poco un alcalde popular. Se quejaba de no recibir ni un duro de la Diputación, pero reconocía que en la práctica este tipo de política es lo habitual.

Con los comicios a las puertas, el maná electoral seguirá cayendo del cielo en los próximos meses para contento de unos y cabreo de otros.

(*) Artículo publicado en la edición impresa del diario El Progreso el domingo 16 de noviembre de 2014.

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