Los supervivientes al paso de las horas

PATRIMONIO CULTURAL. En Terra Chá, Meira y As Pontes se conservan alrededor de una treintena de relojes de sol, pequeños diseños de piedra que cayeron en el olvido del tiempo que midieron
Un grupo visita el reloj de sol analemático de Guitiriz.
photo_camera Un grupo visita el reloj de sol analemático de Guitiriz.

¿QUIÉN NO soñó alguna vez con detener el tiempo? ¿Estirarlo o hacerlo correr a su antojo? Desde los principios de la historia, la humanidad, consciente de la dificultad de controlarlo, trató de entenderlo, diferenciando las estaciones, y con ellas los meses y los días en los primeros calendarios -el más antiguo se encontró en un monumento mesolítico de Aberdeenshire (Escocia), se cree que del año 8.000 a.C.-, para pararse después en las horas.

El sol fue clave para entender el tiempo en una evolución que llegó a las agujas del reloj y a los números digitales que marcan los minutos y los intermitentes segundos que avanzan sin descanso. Su posición en el cielo o la sombra proyectada por los objetos fijos fue hasta hace pocas décadas la forma de controlar el paso de las horas.

Las culturas antiguas utilizaron el gnomon y la variación de las sombras durante milenios. Chinos, egipcios, babilonios o griegos diseñaron sus propios relojes de sol, que después utilizaron los romanos y los árabes. En Europa, a partir del siglo XVIII cobraron gran importancia y en Galicia hasta la mitad del XIX se convirtieron en una pieza artesanal típica de muchos pazos y bastantes iglesias.

En las comarcas de Terra Chá, Meira y As Pontes se conservan al menos una treintena de relojes de sol y, aunque la mayoría han dejado de cumplir su función porque pocos se fijan ya en ellos para saber la hora, forman parte del patrimonio artístico.

La mayoría de los relojes solares de la zona son anónimos, aunque alguna pieza está firmada, como el reloj de sol que se conserva en la iglesia de San Xoán dos Vaos de Ribeira de Piquín, obra de Juan Antonio Fernández Lombardero, un insigne relojero nacido en Santalla en 1705 que se convirtió en el iniciador de una dinastía de artesanos del tiempo.

«A bibliografía de reloxos de sol galegos é bastante escasa e na provincia de Lugo non hai tantos reloxos de sol como noutras quizais por varias causas: gran parte consérvanse no Museo Provincial -guarda una de las mayores colecciones de relojes-, moitos son de pizarra, o que supón peor envellecemento que se fosen de granito, investigouse pouco e non hai inventarios», explica Ana Chas, que coordina la web Reloxos de Sol (reloxosdesol.wordpress.com) en un intento de preservar un patrimonio que quiso contar el tiempo y se olvidó a su paso.

En Terra Chá, según los datos que recuperó esta web y otras publicaciones, se conservan 25 relojes de sol -algún no en muy buen estado- y solo hay cuatro concellos sin piezas inventariadas: Abadín, Muras, A Pastoriza y Meira.

En Ribeira de Piquín se conserva el de San Xoán dos Vaos -uno de los más antiguos- y en Castro de Rei hay uno en una casa particular en la carretera general que cruza Castro de Ribeiras de Lea. En Vilalba, se mantiene un diseño moderno, colocado de forma horizontal -de los pocos que hay con esta forma en la comarca- y situado en una zona ajardinada del barrio de Guadalupe.

En Begonte, hay al menos dos -uno en una casa particular de Trobo y otro en la iglesia de Santalla de Pena-, igual que en Cospeito y en Xermade. En el primer municipio, ambos se localizan en pazos, concretamente en el de Sistallo y el de Caldaloba. En el segundo, uno se encuentra actualmente en un molino particular y otro en la iglesia de Roupar.

El paso del tiempo mantuvo en Guitiriz siete relojes de sol. La Casa da Botica tiene el suyo propio, hay uno en el Pazo da Pontella, en Santa Cruz de Parga, y otro en Casa de Landoeira, en Lagostelle, además de uno en la iglesia de Santo Estevo de Parga y otro en la iglesia de San Xiao de Becín. Aparte, destacan dos por sus peculiaridades. En San Mamede de Pedrafita, en una ubicación poco habitual, se colocó uno en un cruceiro, y en el Campo da Feira está uno de los más conocidos, un reloj analemático, en el que la persona que quiere conocer la hora se convierte en el gnomon que proyecta la sombra para hacer de aguja.

En Pol, según los datos de Manuel Labrada, autor junto a José Ramón Ónega del libro ‘Piedras heráldicas, escudos e inscripciones del concello de Pol’, se conservan nueve relojes: en Cirio hay tres -en la iglesia y dos viviendas-, uno en la iglesia de Luaces, dos en la de Arcos de Frades y el resto en casas particulares en Lourixe (Hermunde), San Andrés de Ferreiros y Silva. Algún otro, como el de la antigua casa consistorial de Pol, aunque está guardado, ya no puede visitarse.

En As Pontes, Xosé María López Ferro, el responsable del Museo etnográfico Monte Caxado, publicó un libro sobre los relojes del concello. Localizó siete: dos en el barrio antiguo de A Vila -uno en la base de la torre del campanario de la iglesia y otro en una casa-, dos en Marraxón, uno en San Pedro de Eume y otro en Pedrafita, además de otro en A Faeira. Como en muchos otros lugares, al resto se los llevó el tiempo.

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