Los retos de la reina Letizia

PLEBEYA, DIVORCIADA y dicen que hasta republicana. Sí, así era Letizia Ortiz Rocasolano cuando dio un salto mortal desde el ‘Telediario’ al palacio de La Zarzuela con nocturnidad y alevosía una tarde de Todos los Santos de 2003. Nada hacía presagiar que iba a ser una jornada laboral de las que no se olvidan. Para un periodista, como ella lo era hasta entonces, no hay nada peor que un bombazo informativo en las postrimerías del día.

España desconoció hasta ese día 1 de noviembre que Don Felipe, ese hombretón que tuvo que renunciar a Isabel Sartorius -por una madre cocainómana- y a Eva Sannum -noruega y liberal-, tenía novia y se iba a casar con ella. Ese fue el primer error: la imposición acompañada de hagiografías sobre las bondades de la futura reina.

Y, al contrario de lo que se pretendía, ahí arrancó la leyenda negra que persigue a Letizia por su pasado. Si por oscuro se entiende un exmarido, varios exnovios y un genio de aúpa, debo decirles que media España está condenada al purgatorio.

Entonces, ¿cuál es el problema? Sinceramente, creo que todo empieza y termina en una cuestión de clases. Una plebeya de nacimiento que por matrimonio se convierte en princesa de Asturias, princesa consorte de Girona, princesa consorte de Viana, duquesa consorte de Montblanc, condesa consorte de Cervera y señora consorte de Balaguer. Ahí es nada, seis títulos de una tacada.

En un país que debería sentirse orgulloso de que el heredero al trono se casase con una chica de clase media -y no con una de las ‘suyas’- todavía hay quien no se lo perdona a... ella. Paradojas de la vida.

Ha pasado una década en la que la periodista dicharachera y con carácter -antológico fue su «déjame hablar a mí» cuando regañó a su prometido al anunciarse el compromiso - ha mutado en una persona hierática y distante.

¿En eso consiste en ser reina?

La reina Sofía es hija y nieta de reyes. Lo lleva en la sangre: ella es la sombra de Don Juan Carlos desde hace 52 años en los que ha soportado estoicamente los rumores de infidelidad y ha visto cómo su familia se desintegraba a marchas forzadas. Y siempre ha mantenido una sonrisa de cara al público.

¿Es eso lo que se espera de Doña Letizia? Creo que no. La futura reina tiene otro origen, otras experiencias y otro estilo. Y, por encima de todo, pertenece a otra época. Ha tenido once años de plazo para formarse como reina y ahora tocará ver cómo se desenvuelve. Si su popularidad sube o baja.

De momento, cae antipática a una gran mayoría y en la Casa Real lo saben. Quienes coinciden con ella en recepciones dicen que es encantadora en las distancias cortas.

Resulta curioso que, tras su boda, Don Felipe ha ganado en cercanía -lo dicen las encuestas- y ella, por el contrario, ha realizado el camino inverso. Se ha encorsetado.

Hasta el propio Príncipe reconoce que «debe sonreír más». Es cierto, las únicas imágenes en las que se la ve cómoda y con una sonrisa es fuera de ‘horario de oficina’. Cuando acude al cine o a conciertos de rock, dos de sus grandes aficiones.

Aquí tiene otro reto: los monarcas contemporáneos son esclavos de la imagen.

Millones de españoles jamás han visto ni coincidido en persona con Don Juan Carlos en sus 39 años de reinado, pero hasta el escándalo del caso Nóos, la cacería en Botswana y sus amoríos con princesas alemanas era uno de los personajes más valorados y queridos en España. Es el fenómeno conocido como ‘juancarlismo’.

Pero, a día de hoy, los miembros mejor valorados de la Familia Real son la Reina y el Príncipe. ¿Por qué no alcanza la princesa Letizia esas cotas de popularidad?

José Apezarena, autor del libro ‘Felipe y Letizia. La conquista del trono’, enumera las virtudes de la futura reina: «Ganas de hacerlo bien, un carácter determinado, fuerza de voluntad, capacidad de trabajo». Entonces, según él, ¿cuál es su principal defecto?: «Aceptar un trato más normal».

Por el contrario, un mérito que deberían reconocerle es su decisión, ipso facto, de cortar toda relación con la infanta Cristina e Iñaki Urdangarín. La pareja que más ha hecho por el republicanismo en España en los últimos tiempos ha colocado también una auténtica bomba de relojería en el camino de los futuros reyes.

Tanto es así que el cariño que la mayoría del pueblo español profesa a Don Juan Carlos no ha sido óbice, sin embargo, para que el Rey se haya visto obligado a abdicar. Sucedió, al igual que el día del compromiso de los futuros monarcas, cuando nadie lo esperaba. Él, que siempre había mantenido que moriría con las botas puestas, ha tenido que descalzarse y ceder el testigo a su hijo.

Este es el único, con la infanta Elena, que ha salido (casi) indemne de un escándalo que al parecer llevó a Doña Letizia incluso a quitarse los anillos de compromiso y casada. Las malas lenguas dicen que los había comprado Urdangarín y ella no los quiere ver ni en pintura.

Ella, madre de una reina futurible, cortó por lo sano desde el primer momento. Ahí sí que estuvo hábil. Cuando muy pocos ciudadanos conocían el alcance de las fechorías financieras de Urdangarín, ella aguantó portadas sobre su mala relación con sus cuñadas. Y, por supuesto, la culpa era de ella.

La relación actual sigue igual. «No se llevan», dice Apezarena. Ahora habrá que esperar para ver si la infanta estará presente el día que Felipe VI se proclame rey. Yo, sinceramente, creo que no. Pero quién sabe.

Superar el escollo Nóos y adaptar la monarquía a los nuevos tiempos son los grandes retos que les esperan. A ambos.

Pero hasta que eso suceda van a tener que solucionar problemas más domésticos, como el lugar de las vacaciones. A la todavía princesa de Asturias no le perdonan en los círculos de poder de Madrid su desapego por Mallorca, lugar tradicional de vacaciones de la Familia Real.

Cumple, pero en cuanto puede se marcha a algún lugar secreto fuera de la isla donde recuperar esa privacidad que tanto añora. Harto complicado se presenta ahora este punto una vez se convierta en reina y su primogénita, Leonor, en princesa de Asturias.

Ella que fue tan criticada por el celo excesivo con el que cuida a sus hijas tiene ante sí un desafío mayúsculo. Su primogénita, Leonor, se convierte en unos días en princesa de Asturias a la edad de ocho años.

¿Mantendrá la pareja a la niña lejos de los focos o cederá un poco en aras de ganar esa necesaria cercanía para la supervivencia de la institución?

Todos estos retos están a la vuelta de la esquina mientras arrecian las proclamas a favor de instaurar la III República. Los ciudadanos descontentos con la institución aprovechan la abdicación del Rey para exigir la celebración de un referéndum.

Hace dos años, el 37% de los españoles se declaraban partidarios de la República, pero en ese tiempo muchas cosas han cambiado. Sin embargo, las encuestas de estos días también indicaban que solo un 0,2% consideraba la monarquía un problema. Ende, se avecinan tiempos interesantes con nuevos reyes en la partida de ajedrez que es la alta política. ¿Quién hará a quién jaque mate?

(Publicado en la edición impresa el 7 de junio de 2014)

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