Los cristianos iraquíes intentan olvidar su calvario refugiándose en el Líbano

Expulsados de su Irak natal por los yihadistas del Estado Islámico (EI), numerosos cristianos han traspasado fronteras y ahora intentan olvidar su calvario acompañados de fieles de su misma religión en el Líbano.

El arzobispado caldeo en el Líbano, ubicado en la localidad de Baabda, a las afueras de la capital, se ha convertido en un centro de acogida para los cristianos iraquíes que han huido de su país, en especial de la ciudad de Mosul.

En Mosul y otras zonas del norte de Irak, los extremistas suníes han tomado el control y han amenazado de muerte a los cristianos que no se conviertan al islam. Por eso, no les ha quedado más remedio que escapar.

Es lo que hizo un industrial iraquí, que rechaza identificarse por temor a represalias contra sus familiares, que aún permanecen en Irak.

Los radicales "me convocaron para decirme que mi casa y mi fábrica pertenecían al EI, y robaron todo lo que había allí, además del dinero", agrega este empresario, casado y con tres hijos.

Recuerda cómo a sus hijas les arrancaron los pendientes de las orejas y a la más pequeña la golpearon dejándole hematomas en la cara cuando protestó mientras les arrebataban sus cosas.

Lo único que les dejaron fue el vehículo con el que el industrial pudo huir a Erbil, la capital de la por ahora tranquila región autónoma del Kurdistán iraquí.

Allí, vendió el coche y con ese dinero se compró el billete de avión al Líbano.

A salvo en el arzobispado, otro iraquí -que también pide el anonimato- considera que hay también vecinos de Mosul que se aprovechan de las circunstancias y se hacen pasar por miembros del EI para extorsionar a los cristianos.

"Su acento los traiciona y a muchos de ellos todos los conocen", argumenta.

La emigración de los cristianos iraquíes, una constante desde el inicio de la invasión estadounidense de su país en 2003, se ha intensificado después de que el pasado 10 de junio los radicales tomasen Mosul.

"No sabemos el número exacto de iraquíes cristianos que han huido al Líbano, ya que muchos no se registran, pero calculamos que son unas 2.000 familias desde 2003", dijo a Efe el obispo caldeo de Beirut, monseñor Miguel Kassargi.

El prelado, procedente de una familia que tuvo varios miembros masacrados por los turcos el siglo pasado, agrega que hacen todo lo que está a su alcance para poder ayudarlos.

Se muestra crítico hacia la comunidad internacional por su "inacción" frente a lo que está sucediendo en Irak y otros países de Oriente Medio, donde quedan cada vez menos cristianos.

Si a comienzos del siglo XX representaban el 20 por ciento de la población en la región, en la actualidad se calcula que son solo un 5 por ciento.

"Estamos en contra de la emigración de los iraquíes (cristianos) y condenamos a los países occidentales que la favorecen en lugar de ayudarlos a que resistan y no huyan", asegura Kassargi.

Roy Merhab, encargado de coordinar la ayuda que están recibiendo en la sede episcopal para los iraquíes, se declara "impresionado" por el estado en que estos llegan "desprovistos de todo", ya que en su huida les robaron todo lo que tienen.

"Todos tienen mucho miedo y aseguran que no quieren regresar a Irak mientras perdure la situación actual", declara Merhab.

Explica que tienen voluntarios que reparten ayuda alimentaria y otros que se encargan de hospitalizar a los que lo necesitan, inscribir a los niños en los colegios y darles apoyo psicológico.

El Gobierno libanés no considera refugiados a los iraquíes y los trata de modo diferente que a los sirios que huyen de la guerra en su país, según Merhab, que detalla que les dan un visado renovable de quince días, pero algunos de ellos son detenidos por permanecer o trabajar de modo ilegal en el país.

"Ellos solo desean vivir de modo digno y sin miedo y no mendigar", apostilla.

Entre tanto, el arzobispado es un ir y venir de coches con familias libanesas que llevan alimentos y enseres para los iraquíes.

Una de las donantes, identificada como Claire, rememora el conflicto civil que sufrieron en sus carnes entre 1975 y 1990, y sentencia: "Tenemos que cooperar porque sabemos lo que es una guerra y no hay que olvidar que nos puede suceder lo mismo".

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