Los caprichos del calendario

HAY FECHAS que son como esas casillas de la ruleta que sienten querencia por los premios y así acaban acumulando una sorprendente repetición de coincidencias históricas. Es por ejemplo el caso del 20 de noviembre, en el que cada cuatro décadas se sucede un acto luctuoso de esencias patrias. Fíjense en la siguiente secuencia: José Antonio Primo de Rivera inicia el santoral, y justo 39 años después Franco, y de nuevo 39 años después la Duquesa de Alba, libertaria sin duda si la comparamos con sus compañeros en el panteón patrio, aunque viendo el botafumeiro de estos días en televisión puede dar la impresión de que además de avanzar también podemos retroceder en el tiempo. (Y ya no les digo que además el 20-N es también aniversario de una victoria electoral de cierto Partido Político, que luego dicen algunos que no soy neutral).

Yo más que al 20-N le tengo cariño al 14 de abril, pero no por nada, que aquí hay mucho mal pensado, sino porque ese día, del año 1963, ascendió el Pontevedra a Primera División y fue además contra el Celta, que es un motivo más para celebrarlo. Ellos venían sin opción pero superprimados por su propia directiva, que ya les vale. Fue el día del gol del ajo, y desde entonces en Pontevedra se festeja el 14 de abril por doble motivo, con fuegos de artificio y con banderas de papel rojas, gualdas y violetas, por poner unos colores escogidos así como al azar.

Las fechas tienen vida propia y ellas solas deciden agruparse. Algunas tienen tanta carga simbólica que su influencia se extiende en días sucesivos, como una prolongación de esa efeméride, y así durante un tiempo a nuestra selección se le daba por jugar en el alambre político por mor de la fecha elegida. Recuerdo por ejemplo que justo cuando el general Jaruzelski decretó la ley marcial nos fuimos a Varsovia. En Polonia no aterrizó esos días apenas ni un avión de Europa occidental aparte del de la selección española.

Jugamos a media tarde y lo vi en A Pallota tras faltar a clase en el instituto, que eso era casi una obligación moral en tales circunstancias. Polonia había sido doble semifinalista en el 74 y el 78, y aunque ya no jugaba Lato seguía dando tanto miedo como las gafas de Jaruzelski cuando salió por televisión para dar el bando. Ganamos 3-4, creo recordar, con un golazo de Alexanco de cabeza. «Mira que ben picou o balón» comentó alguien en A Pallota, aunque para mí fue un semifallo a lo Rubén Cano en Belgrado, que el balón casi se le va alto. En el mundial del 82 hicimos el ridículo, pero los amistosos los ganábamos todos.

Ahora bien, si buscamos una fecha que a todos nos haga saltar como un resorte esa es la del 23 de febrero de 1981. Pocos días después de aquel lunes de pánico jugamos contra Inglaterra en Wembley, porque si las cosas iban mal siempre se podía pedir allí el asilo político. Al saltar al césped la BBC enfocó una pancarta en la grada en la que la que se veía un dibujo de un Guardia Civil con tricornio, pistola en mano y unos tenebrosos mostachos que decía en inglés «Aquí hay mucho Tejero». Pues les estuvo bien, porque ganamos por primera vez en ese recinto sagrado, que solo Pasarón le gana en grandeza. Y para más inri, si siguen haciendo memoria, recordarán también que el 0-1 lo hizo Zamora y el definitivo 1-2 Satrústegui, jugadores los dos con sendos mostachos cuarteleros.

Ahora que caigo, Satrústegui, si no estaba mal el álbum de cromos de Panini, que era entonces como la liga Marca y la Biblia juntas, nació un 18 de febrero, que por seguir con las coincidencias es el mismo día en que nació mi chica, porque ahora que lo pienso ya estoy acabando el artículo y aún no la había citado. Caprichos del calendario.

Odio las redes

Había acabado de dar forma a este artículo (se me había atragantado) y para celebrarlo salimos a tomar unos vinos. Fue entonces cuando mi amigo Sesi me enseñó un mensaje que circulaba ya por las redes en la que se hacían eco de las coincidencia de esa secuencia matemática del 20-N. Una descarga me recorrió el espinazo. Entiéndanme, soy muy negado con los números, y para una vez que me creía genial en el cálculo para enhebrar un artículo venía Twitter a arrebatarme mi hallazgo. ¡Pues lo siento, pero el artículo se queda como está!

(Publicado en la edición impresa el 24 de noviembre de 2014)

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