Los albergues se quedan pequeños ante el creciente tirón del Camino Norte

Los albergues mariñanos no tienen las plazas suficientes para albergar al creciente número de peregrinos que llegan a la comarca. Los delegados de los refugios se ven impotentes para dar alojamiento a los caminantes, cuyo número asciende cada año, siguiendo el atractivo del Camino Norte. Las cifras manejadas por los responsables son en algunos casos incluso superiores a las de 2010, Año Santo, y la belleza de la ruta parece no estar en sintonía con las infraestructuras de los ayuntamientos, poco preparadas para tal flujo.

Sin camas

Quique Martín es natural de Ávila y Norman Hernández es extremeño. Hacen el camino en bicicleta por primera vez con otros amigos. Empezaron en Luarca y están teniendo las primeras dificultades. «Llegamos al albergue de Mondoñedo sobre las cuatro, y a pesar de que nos habían dicho que tendríamos plaza, no tenemos cama para dormir. Aunque no se reserva, la gente que hace el camino a pie tiene preferencia en estos casos. Para nosotros era importante parar aquí, porque de hacerlo en el siguiente albergue habría que emprender una subida de muchos kilómetros, y tras la jornada estamos reventados», afirma Martín.

Ante lo escasas que se quedaron las 24 plazas del albergue, miembros de la policía local mindoniense preparaban el pabellón de la localidad para tratar de dar techo a los peregrinos. «Non podemos facer moito máis ante esta avalancha de xente. Está claro que hai pouco sitio e os peregrinos tamén asumen esta clase de riscos, é un tipo de turismo moi barato que evita hoteis e campings, pero que conleva estas cousas», explica Luis, uno de los operarios. Un total de 557 viajeros pasaron por Mondoñedo en julio de 2010, y la cifra este año fue muy similar.

Lucille Arnould, francesa, y Santiago García, granadino, no tuvieron problemas en conseguir una cama. «Tratamos de salir siempre muy temprano para no encontrarnos con aglomeraciones», dice Arnould. Para ellos, el problema no es de capacidad de los albergues, sino de regularidad. «Las instalaciones normalmente son buenas, pero debería haber refugios cada menos kilómetros, a veces te encuentras unos llenos y otros prácticamente vacíos», sostiene. Pararon en Ribadeo y se toparon con el mismo problema. «Había muchos peregrinos durmiendo en el suelo», comenta García.

Incremento

Susi Docampo, responsable del refugio de Lourenzá, explica que «hai un incremento do número de peregrinos con respecto a 2010, o que é sorprendente se se ten en conta a crise, ou a mala climatoloxía. Tamén se nota que os grupos que veñen son máis grandes, con máis persoas», señala. Las procedencias de los participantes en el Camino de Santiago que llegan a la comarca son variopintas, con personas venidas de Corea, EE UU o Singapur.

El albergue lourentino tiene 20 plazas, y el concello ha habilitado otras tantas camas en el gimnasio del colegio, que cuenta con baños y duchas. De quedarse también pequeño el nuevo espacio habilitado, los peregrinos podrían dormir en el polideportivo, aunque la delegación no tiene colchonetas.

Jesús Fernández, de Albacete, realiza por segunda vez la experiencia. El año pasado probó el camino francés, que está «mucho mejor preparado y señalizado, aunque es lógico, ya que hay mucha más tradición». Para el albaceteño «esta ruta es mucho más bonita, cada vez más conocida y gusta más. Es comprensible que los albergues se queden un poco pequeños, y aunque en general el trato es bueno, habría que tener algo más de previsión», explica.

Jeremiah Wilke es estadounidense y ha comprobado que la población de peregrinos se intensifica mucho en Galicia. «En el País Vasco no había tantos problemas de espacio como aquí», dice en un fluido español. «Lo único que puedes hacer es madrugar mucho», sonríe.

Deficiencias

El refugio de Gondán, en Barreiros, cuenta con 14 plazas y cocina, aunque cualquier supermercado donde aprovisionarse de víveres queda bastante lejos. La solución para los caminantes es pedir comida a los propietarios del bar de San Xusto, que dejan folletos con el menú y llevan los alimentos al albergue. El servicio funciona con regularidad y los alimentos suelen llegar en torno a los veinte minutos.

En Ribadeo, el ‘overbooking’ es palpable. Durante los meses de julio y agosto de este año, 878 viajeros se alojaron en el municipio. 491 personas lo hicieron en el albergue de la localidad, y 387 en el de Vilela, una antigua escuela rural habilitada los dos últimos años.

Algunos peregrinos, como Francisco Sánchez, procedente de Gijón, se han encontrado los albergues «a tope. Aquí ha estado viniendo gente durante todo el día a preguntar», relata.

La distancia de siete kilómetros que separa los albergues de Ribadeo y Vilela resulta a veces insalvable después de la marcha, por lo que la mayoría de los peregrinos opta por alojarse en pensiones. Martín corrobora lo que cuenta el gijonés. «No teníamos información sobre el albergue de Vilela, que no está demasiado publicitado. Una vez en Ribadeo, que es final de etapa, se hace muy cuesta arriba cubrir tantos kilómetros».

Desde el concello ribadense, Vicente Castro señala que «la Xunta de Galicia tiene la solución a este problema, con el convenio que se firmó para la cesión del antiguo colegio de monjas». Este edificio antiguo y en mal estado ya ha sufrido derrumbes y tiene pendientes unas obras todavía sin empezar. Para Castro «nosotros ya no podemos hacer nada más».

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