Los abusos y los excesos

ESA PRESIÓN/MANIFESTACIÓN ante el domicilio particular de un político, eso que ahora llaman escrache, es un exceso. Es otro exceso compararlo con el nazismo, como hizo la señora Cospedal ayer. Pero es una presión dudosamente democrática. Hay líneas que no se pueden sobrepasar: la intromisión en la intimidad personal o familiar. Condenar esas manifestaciones ante los domicilios particulares no implica, como ya hizo la señora Cospedal en otro exceso, cuestionar todo el movimiento ciudadano contra los desahucios o contra la normativa legal de las hipotecas en España. Hay indicios suficientes para preguntarse si asistimos a un intento de demonizar todo movimiento de protesta e insatisfacción ciudadana por las graves consecuencias de la crisis. No hay límites en ese objetivo cuando por encima de cualquier análisis simple y de la ética más elemental se le mete en el paquete del terrorismo. Lo que está sucediendo en la calle es expresión de la incapacidad de las organizaciones políticas para dar respuesta a la desesperación de muchos, para canalizar e institucionalizar el conflicto. Desamparo total que pueden experimentar un desahuciado o que puede surgir ante la absoluta indefensión del tomador de una hipoteca. A los responsables políticos les corresponde aplicar grandes remedios a estos grandes males. La criminalización acabará agravando el problema. Cabe pedir cambios legislativos que protejan al ciudadano con la misma rapidez con que se resuelve la honorabilidad de un banquero para seguir en su puesto después de ser condenado. En estos momentos sería oportuno que no se aportasen argumentos, reales o imaginarios, para que el malestar justificado acabe dando paso a la demagogia y al abandono de toda norma. Los abusos generan excesos como respuesta.

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