Los 103 de una luchadora

Julia Vidal soplando las velas de su 103 cumpleaños.
photo_camera Julia Vidal soplando las velas de su 103 cumpleaños.

Nacida en 1910, Julia Vidal Balseiro encarna los últimos coletazos de una generación luchadora como pocas, que en su caso particular además ha tenido que superar la pérdida de sus hijos con una muerte a la que ella se resiste a entregarse. Ayer mismo cumplió 103 años en su casa de Boimente, donde vive con su nuera y donde recibe la visita diaria de su nieto, su nieta política y sus dos bisnietas. Su familia es su ángel de la guarda y con ella celebró un aniversario más.

Su nuera, Marisa, se emociona al recordar la vida de Julia, que perdió a sus dos hijos, nacidos en el mismo parto, «un aos 9 días de nacer e outro, o meu marido, aos 41 anos». Puede ser que estos golpes de la vida hicieran su salud más fuerte, aunque en este caso la genética también ayuda, pues la centenaria «tuvo unha avoa que durou 105 anos e ten dúas irmás tamén maiores, unha de 97 anos en San Pedro e outra de 87 en Chavín», relata su nuera.

Fue precisamente en Chavín, en el lugar de Os Barreiros, donde nació Julia un 7 de enero de 1910. Al casarse se mudó a Boimente, donde trabajó en el campo durante décadas y donde hace dos años recibió un homenaje de la asociación Fraga das Saímas. «Era unha gran traballadora e iba á praza vender foita, patacas... o que houbese», comenta Marisa.

Toda su vida gozó de buena salud y solo en estos últimos años ha tenido que tomar «uns sobres e unhas gotas para que durma», cuenta. Su salud se mantiene estable a pesar de que perdió movilidad y desde hace seis años descansa en la cama o en una silla de ruedas. «Está moi ben de saúde, no lado esquerdo non ten forza pero no dereito si, e ten os dedos dereitiños como se tivera 20 anos», dice. Una de sus principales distracciones es la televisión, pero hasta hace poco leía sin parar. «Era moito de ver as noticias e de ler, as miñas netas traíanlle os libros de ‘Saber vivir’ e sabíaos de principio a fin», apunta su nuera.

Ahora ya habla menos y con frecuencia le pregunta a Marisa: «Vou morrer?», a lo que ésta responde: «Agora non morre ninguén», con lo que se queda tranquila. Cada día es un regalo.

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