Lo que mandan los muertos

LOS VIEJOS suelen decir aquello, sobre todo delante de una película de miedo, de que los peligrosos no son los difuntos, sino los vivos. Pero una semana como ésta, de homenaje a los que no están (uno de los numerosos eufemismos de estas fechas), puede ser la más indicada para darnos cuenta de lo que mandan los muertos, no solo en nuestras vidas (¿quién no le debe un rasgo de su carácter a algún familiar fallecido o quién no estudia libros escritos por gente fallecida?), sino incluso en la política en general.

Para empezar, el muerto que más páginas de periódicos ha llenado estos días es Álvaro Gil, y precisamente su fallecimiento fue el que dio carta de naturaleza a los herederos, que han sido al final los protagonistas de la polémica con la Diputación de Lugo. A la retirada de sus piezas del Museo Provincial ha respondido esta semana la institución provincial colocando arte contemporáneo, en un salto temporal salpicado por algún comentario extraño en las redes sociales. La colección de orfebrería y arte gallego se había convertido en sí misma un muerto, porque la polémica y el litigio judicial por el legado ya es antigua.

De este tipo de muertos («tarea fastidiosa, asunto pesado o carga indeseable», dice la RAE) también hemos sabido en las últimas semanas. Podíamos poner en el listado todas las autovías anunciadas para la provincia. Los sucesivos presupuestos, de la Xunta y, sobre todo, del Gobierno central, han ido enfriando los sueños de los lucenses: la A-8, sí; la A-54, seguramente; la de Ourense, difícil, y la de Monforte, ni de coña; y la de la Costa, ya veremos. Es cosa de la Crisis, claro, que también es la responsable de que en la provincia florezcan los edificios públicos vacíos y en ruinas. La recesión es la que deja caer estos edificios, ahora sin uso, pero quien los vació fue la ‘fiesta de la inversión’, esa época en que cualquier organismo de medio pelo parecía obligado a tener una sede independiente que, a la vez, fuera un referente arquitectónico mundial.

Muertas (moribundas, más bien) andan las cuentas municipales también, a excepción, dicen, del Ayuntamiento de Lugo, cuyo grupo de gobierno presume de un superávit (discutido por el PP) que resulta extraño en estos tiempos.

La gestión económica del Ayuntamiento de Lugo suele generar tanto debate como el legado de otro muerto, más famoso, Francisco Franco, cuyo espectro suele pasear el BNG para tirárselo a la cara al PP. A cambio, los populares blanden el espantajo de Resistencia Galega, como volvieron a hacer esta semana en la Diputación.

Pero hay muertos, éstos reales y no ficticios, mucho más preocupantes y que movilizan también. Son los de la minería, esa profesión que por aquí tenemos tan olvidada (a pesar del poderío de Magnesitas de Rubián), porque ahora las principales extracciones mineras están en países tan tercermundistas como lo era éste hace décadas. Son también los muertos de los pasos a nivel, como Diego, en A Pobra de San Xiao. Y son también los de la caza, como Juan Pablo. Son fallecimientos (como los de Angrois) de los que suelen remover conciencias; lo malo es que en demasiadas ocasiones ese rasgarse las vestiduras, mesarse las barbas o anunciar medidas suele olvidarse a las pocas semanas. Será que los vivos miran poco por los muertos, a pesar de lo que mandan algunos.

POSDATA. Tanto recorte invita a pensar que la Universidad no interesa. ¿Será que los Mercados los prefiere analfabetos?

¿Habrá un formulario para reaccionar igual ante la Justicia?

DA GUSTO (?) sentir que Lugo no es diferente de otros sitios, ni siquiera en los temas de la Justicia. Sale una resolución judicial fuera de aquí sobre cualquier Bárcenas o Nóos y se monta la misma polémica que, por ejemplo, cuando la Audiencia lucense decide que no se puede ser juez y parte en un aspecto de la Pokemon. Y un juez ordena sobreseer las actuaciones contra una concejala de Sarria que construyó un chalé (en la foto) y la reacción de los ediles que no son de su partido responde al modelo ‘acatamos pero no compartimos’.

Y es que está claro que la clase política es igual en todas partes. A veces parece incluso que un único politólogo les ha impartido una clase de cómo actuar ante la Justicia.

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