Listos para lo que viene

josé mª álvez
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CUANDO ESCRIBO estas líneas en A Mariña el tiempo nos sirve una tapa del verano. Aquí conocemos bien esta sensación: una promesa de sol y calor atenuada por el nordés, un viento característico por estos lares que rebaja la temperatura de forma inmediata. Los más adictos a la vitamina K ya tienen a mano de otros años sus recovecos en calas y playas para pillar un moreno prematuro para estas latitudes a comienzos del mes de junio. En ciertos lugares no da el viento y te cueces como si fuese 15 de agosto.

Ya de forma completamente subjetiva, este nordés es también el responsable en varias localidades de la existencia de un porcentaje de gente sospechosamente elevado que no está del todo en sus cabales. Esta sensación que siempre comentamos entre nosotros en Ribadeo la vi corroborada un día en estas mismas páginas, en la sección ‘Antoloxía de memoria de Lugo’, por uno de los grandes: Dionisio Gamallo Fierros.

En las líneas que aparecían contaba el hombre, siempre con la ironía bien afilada, que en Ribadeo habría que someter a buena parte del personal, al menos, a un chequeo psiquiátrico para ver cómo andaba la cosa, y responsabilizaba de la situación directamente al nordés. Yo que lo conocí y traté mucho menos de lo que quisiera, y menos aún de lo que debiera, creo que también él era víctima de este viento constante como un ruido de fondo. Tal vez todos lo seamos un poco. Quién sabe.

A lo que iba es que este viento es por un lado el que nos da el bajón, y por otro el que nos garantiza cielos limpios. Ni contigo ni sin ti. A estas alturas del año todos nos paramos a mirar qué sucede con el tiempo, tratando de encontrar un elemento que nos sirva para predecir un buen verano, plagado de días soleados y calurosos que animen nuestras calles y, sobre todo, nuestros bolsillos. Justo ahora se abre un arco de mes y medio hasta la llegada de los veraneantes, o turistas, o lo que sean. Nunca se les necesitó tanto.

Por mucho que nos martilleen con la salmodia de la recuperación económica, el buen camino y los brotes verdes dichos de otra forma, porque esa expresión ya no podrá volver a utilizarse nunca jamás, miramos nuestros bolsillos y, aunque no deberíamos, dudamos de nuestros representantes: no acabamos de verlo claro. Nos preguntamos por qué la gente que conocemos sigue en paro. Qué fue de los que despidieron en Ecar o en las decenas de empresas constructoras que se fueron al tacho o en Muebles Hermida o en Sargadelos. Por qué no se venden pisos y se ven moles de edificios sin iluminar durante las noches arrojándonos un paisaje nocturno entre lo tétrico y lo lastimoso.

Por el momento solo hubo una cosa que no se cortocircuitó: el turismo. Un hostelero me hizo una confesión que me resultó asombrosa de primeras, pero luego no tanto. Solo el sábado de la Semana Santa hizo tanta caja como en toda la Semana Santa del año 2013. Aunque primero me pareció una bravuconada, luego pensé en los miles de personas que se acercaron a visitarnos, y comprendí que no habría que sorprenderse tanto.

Por eso se están generando unas enormes expectativas sobre lo que puede pasar dentro de dos meses. De entrada no hay mucho que hacer, en el sentido de que la suerte está echada. Quiero decir que ya no queda margen para convencer a alguien de que venga o deje de venir. Sí queda margen de maniobra en otras cosas, como no cagarla. Sé que no es generalizado, pero a veces metemos la pata en el sentido de que quedan muchos que no son plenamente conscientes de que buena parte del año vivimos de esta gente que siente curiosidad por ver qué hay en la costa de Lugo, una vez que se enteraron de que Lugo tiene mar.

Tampoco nos ayudan mucho nuestros ilustres visitantes, de los que ya se habló aquí en alguna ocasión y de sus peculiares costumbres cuando ponen un pie fuera de casa.

Tanto por una parte como por otra, finalmente todo es cuestión de educación. Esa por la que tanto se pelean todos cada vez que se aposentan en La Moncloa. Porque no todo son las cuatro reglas, aritmética y geometría, lengua y literatura, física y química. Quiero creer que al final eso sirve para pedir las cosas por favor, para comprender que alguien tiene más cosas que hacer que darte a ti un mondadientes en este preciso instante y sin demora alguna, que no se tiran los platos con comida delante del comensal como si te debiera dinero o le estuvieras haciendo un favor. En un par de meses, aquí volvemos a examinarnos todos de esa asignatura.

EL GUSTO ♦ El Ribadeo de Tapeo consiguió superarse a sí mismo

ANA MARTÍNEZ, concejala de turismo y desenvolvemento local de Ribadeo puede estar más que satisfecha de cómo fueron las cosas en el Ribadeo de Tapeo. A falta de cifras oficiales e incluso más allá de ellas, lo cierto es que este certamen de tapas se destapó este año con creaciones realmente espectaculares que muestran que poco a poco se van subiendo peldaños. Para no repetirse se van haciendo añadidos a las actividades habituales y lo que se va consiguiendo es que una fiesta relacionada con la comida consiga ir marcando una pauta. Eso aunque siempre tenga el reto de superarse a sí misma.

EL DISGUSTO ♦ Perder banderas azules nunca es plato de buen gusto

EL MUNICIPIO de Foz, que dirige Javier Castiñeira, perdió dos banderas azules en dos años. Nunca es plato de buen gusto que pasen estas cosas porque lo cierto es que las enseñas azules tan características siguen siendo un buen reclamo turístico, aunque les haya salido cierta competencia con la Q de calidad, que por ejemplo utiliza ahora Viveiro. En el caso focense les sucedió esto, aunque sus arenales realmente representativos continúan firmes y con buenos cimientos. Cuando llegó, A Rapadoira llegó a darle a Castiñeira algún disgusto por el exceso de gente, aunque fuera en sus aledaños.

(Publicado en la edición impresa el 19 de mayo de 2014)

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