Liñares, un muñidor de votos

LIÑARES SE JACTABA de ser un cacique moderno, aunque prefería denominarse como un «gestor de cercanía», como así llegó a definirse en una conversación telefónica que mantuvo con José López Orozco y que consta en el sumario de la operación Pokemon.

Las grabaciones y declaraciones judiciales muestran la pericia del exconcejal lucense en los despachos y a la hora de negociar sobornos o contratos, aunque lo que más réditos políticos le reportó tanto dentro del PSOE como para lograr la máxima confianza de Orozco fue su labor en la zona rural de Lugo, donde logró unos éxitos electorales solo comparables a los alcanzados en su día en este campo por otro «político de proximidad», el popular Serafín Pena Souto.

Cuando Orozco se hizo en 1999 con la alcaldía tras una campaña electoral puerta a puerta en la ciudad, al estilo de las que se hacen en las parroquias, el nuevo regidor no acertó al elegir un delegado de zona rural que siguiera ese modelo de éxito. Al final, la campechanía que demostraba Francisco Fernández Liñares le animó a los dos años de mandato a delegar en él estas competencias, que compartiría con la gestión de la Policía Local.

En ese tiempo, hasta las elecciones de 2003, Liñares fue capaz de rentabilizar la labor de gobierno como se suele hacer en estas zonas, a base de repartir grava y hacer desbroces antes de las fiestas patronales, o también actuando de mediador para que los parroquianos pudiesen sortear el entramado burocrático municipal cuando lo precisasen.

Tejió además una nueva red de alcaldes pedáneos afines al PSOE y se convirtió en un conseguidor de inversiones a pesar de que el presupuesto se tenía que repartir entre las áreas controladas por los socialistas y los nacionalistas.

Las elecciones fueron la mejor prueba de que Liñares estaba haciendo bien su trabajo y los resultados en las parroquias fueron históricos para el PSOE, que llegó a ganarle al PP en la mayoría de las mesas de la zona rural. Estos votos muñidos por el concejal ayudaron a Orozco a alcanzar los 13 concejales y una mayoría absoluta con la que pudo gobernar a placer durante cuatro años, y Liñares fue compensado por el alcalde con mayor poder en el gobierno local, donde pasaría a ser concejal de economía, pero manteniendo el control de la zona rural.

El desgaste de Orozco durante estos años y algunos conflictos vecinales le arrebataron al PSOE la mayoría en 2007, pero la pérdida de votos de la ciudad apenas se notó en las parroquias, que se mantuvieron fieles a Liñares. Sin embargo, el trabajo del concejal no fue premiado por su partido con la presidencia de la Diputación, que sí fue a parar a su compañero de corporación José Ramón Gómez Besteiro.

Sería entonces cuando Liñares comenzaría a trazar un nuevo plan, convertirse en el primer presidente de la Confederación Hidrográfica del Miño, después de una decisión salomónica del Gobierno de Zapatero, que acordó darle a Ourense la sede de la nueva entidad y la dirección a Lugo. Lo conseguiría varios meses después de las elecciones y, aunque este nuevo cargo suponía dejar de lado el Concello, el ya exconcejal parece que no dejó de interesarse por la gestión de la zona rural, que pasó a ser llevada primero por Lino González Dopeso y, a partir de 2011, por Manuel Chaín.

Liñares quería ejercer de facto como edil en las parroquias y aunque Dopeso dejó hacer durante su mandato y se centró en el área de medio ambiente, Chaín sí se decidió a cortar cabezas para sacarse de encima a los hombres de confianza del exconcejal, algo que no gustó nada a Liñares y así se lo habría hecho saber al alcalde.

La jueza Pilar de Lara llegó a preguntarle en su interrogatorio a Orozco por una reunión en julio de 2012 con Liñares en casa del regidor y el alcalde respondió que en ella, precisamente, trataron de la gestión de las parroquias: « Liñares fue concejal de la zona rural -dijo entonces Orozco-. Presumía, y los hechos lo corroboraron, de que hizo una política que llevó a que tuviéramos mucho éxito y nadie trabajaba como él y nadie hacía las cosas como él». «Era para decirme -continuó-: ‘mira, no se están haciendo las cosas bien en la zona rural’. Y yo le dije que hay muchas maneras de hacer las cosas, muchas perspectivas y que la de él no tenía que ser la buena».

Orozco trataba así de justificar el distanciamiento con Liñares, una persona de la que dijo, una vez se desató la operación Pokemon, que le tuvo engañado durante años. La que era su mano derecha en el Concello y conseguidor de votos, se había convertido en un villano.

Aquellos días de vino y Rolex...

La investigación de la trama de corrupción que rodea a las concesiones públicas en varios ayuntamientos de Galicia ha destapado algo que todo el mundo sabía pero que nadie quería reconocer, la costumbre generalizada por parte de cargos públicos y funcionarios de aceptar regalos de empresas que trabajan para la administración. El Código Penal tipifica esta práctica como un delito de cohecho, aunque no especifica hasta qué punto un detalle navideño puede considerarse un soborno.

Los envíos masivos de cajas de vino o bolsos del grupo Vendex cada Navidad que aceptaban sin rubor autoridades o empleados públicos bien podrían quedar en la frontera entre la desvergüenza y el delito, pero cuando la dádiva llega a caprichos como relojes de lujo, ya debería quedar demostrado que la intención del donante es pagar un favor recibido.

«De bien nacidos es ser agradecidos», le dijo el delegado de Vendex a la jueza para explicar la práctica de los regalos. Sí, por eso también los timados ciudadanos agradeceríamos que la Justicia les corresponda con unas buenas vacaciones a la sombra.

Comentarios