Les doy un año

EL INMENSO éxito alcanzado por Richard Curtis, con su sello personal en un estilo de comedia romántica británica que cualquiera identificaría con ‘Cuatro bodas y un funeral’ y ‘Love actually’, supuso una influencia incontestable en todo el género procedente de la isla.

La labor de Curtis como productor, guionista y, en muy pocas ocasiones, director, sentó las bases de una denominación de origen perfectamente exportable al mercado americano, con el que vivió un idilio iniciado hace veinte años.

‘Les doy un año’ se viste con los ropajes del estilo Curtis para que el espectador se acomode en un entorno conocido, pero la presencia de Stephen Merchant -que interpreta al amigo del protagonista- da alguna pista de que, tal vez, no estemos ante otro ‘Notting Hill’.

La boda que abre la película no es la celebración romántica y con clase que cierra toda ‘rom-com’ al uso; es, más bien, el acontecimiento hortera al que todos estamos acostumbrados, y el pistoletazo de salida a una convivencia tortuosa y destructiva de la relación de pareja.

Dan Mazer, colaborador habitual de Sacha Baron Cohen (‘Borat’), escribe y dirige una propuesta de demolición del estilo Curtis. No es, ni mucho menos, la definitiva ni la más radical, pero es la primera que se atreve a destrozar unos parámetros tan confortables para la industria como para el público.

Los pasos que da Mazer son en su terreno conocido -el escatológico, el sexual y el racista- y cede parcelas de libertad a Merchant, siempre a la sombra de Ricky Gervais pero con autonomía suficiente para ser el cómico estrella.

Pero a Dan Mazer le falta carga de profundidad para llegar a ser un Apatow o cualquier representante de la comedia escrita por mujeres que se está haciendo en Estados Unidos.

Precisamente, uno de los boquetes más sobresalientes es la construcción de los personajes femeninos; desdibujados y demasiado inconsistentes para una ‘rom-com’ que pretende sentar las bases de un nuevo modelo, nacido sobre los restos de la hegemonía anterior.