Lección de honor en Becerreá

Esa Legión de honor a la que, según France Press, renuncia el economista de moda Thomas Piketty con 1,5 millones de ejemplares vendidos, que no necesariamente leídos, de ‘El Capital en el siglo XXI’, la recibe « a título excepcional» una cooperante francesa, de 29 años, que se contagió de ébola en una misión de Médicos sin Frontera en Liberia. Fue repatriada a su país a mediados de septiembre, abandonó a finales de octubre el hospital donde fue tratada, cerca de París, y ahora con el nuevo año figura entre los promocionados con la máxima distinción para un ciudadano francés. Miremos, por una vez, para dentro y sin flagelarnos. La repatriación de cooperantes contaminados puede organizar en España polémicas miserables e inhumanas. Y hasta puede dejar aflorar un anticlericalismo tabernario por tratarse de un misionero. Y una distinción, que no la Legión de honor, como la de hija adoptiva de Becerreá para una profesional contagiada en el ejercicio de la solidaridad, se pierde en el laberinto de la estupidez, o de mirarse solo el ombligo, que domina el ejercicio partidista. A nadie se le cae la cara de vergüenza. Los que dieron el espectáculo forman parte del márketing que hace la Marca España o, en algún caso, solo el de Galicia Calidade. La joven que soñaba en el hospital con Becerreá no podrá verse como la francesa honrada con la máxima distinción del concello en el que vive su madre, como la joven cooperante francesa que junto al Nobel de literatura Modiano o el también Nobel francés de economía Jean Tirole, recibirá una de las distinciones más conocidas y más prestigiosas de Francia. ¿Querían una razón para distinguir en Becerreá a Teresa Romero como hija adoptiva? Valen exactamente los mismos argumentos que sirven en Francia para conceder la Legión de honor, de «forma excepcional», a una joven cooperante de Médicos sin Fontera. Son formas de hacer política y país.

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