Las intrigas palaciegas de los condes de Ribadeo

Los designios de A Mariña oriental y el occidente de Asturias estuvieron en manos de los Condes de Ribadeo desde el siglo XIV hasta el XIX. Enrique II de Castilla recompensó con este título a su fiel mercenario francés Pierre de Villaines. Mucho antes de que recayese en los Alba, la Corona tuvo que "secuestrarlo" por litigios hereditarios
Pazo de Cedofeita
photo_camera Pazo de Cedofeita

La historia del condado de Ribadeo está aún por escribir, pero lo poco que de él se sabe, podría motivar la realización de una película, llena de intrigas palaciegas. Cuando ya ningún ribadense se percataba de la pervivencia del título nobiliario, el asunto fue de nuevo actualidad, tras una visita del primogénito de la excondesa Cayetana de Alba a la villa, en 2007, con motivo de una exposición de trajes reales. Y, más recientemente, tras el reparto de su herencia, por la que su segundo vástago pasó a ser Conde de la localidad; una distinción que solo tiene, hoy por hoy, un carácter histórico.

"En las Cortes de Cádiz se decretó la abolición de los señoríos en España. Fue el arranque de un proceso desarrollado en el transcurso del primer tercio del siglo XIX, cuya culminación supuso la extinción de esas entidades y circunscripciones señoriales. Desde entonces, el título nobiliario se transformó en un honor, dotado de una dimensión social y económica, mas sin ningún tipo de semántica jurisdiccional", aclara Carlos Andrés González Paz, investigador del Instituto de Estudios Gallegos Padre Sarmiento, entidad que está adscrita al Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC).

ORIGEN . Sin embargo, ser conde de Ribadeo entre los siglos XIV y XVIII suponía regir la vida de las gentes del condado, desde la distancia y a disgusto de las autoridades locales. Nombraban cargos, administraban justicia o recaudaban impuestos, como los destinados a mantener las fortificaciones o a organizar las defensas frente a los ataques corsarios.

Según indica el investigador que impartió en enero, en la ribadense Casa das Letras, una charla sobre Antonio de Tovar y el referido título, las primeras referencias documentales sobre su existencia "nos sitúan en la segunda mitad del siglo XIV. El 20 de diciembre de 1369 el caballero y mercenario francés Pierre de Villaines asumía, gracias a una merced del rey Enrique II de Castilla, la titularidad de la villa y condado de Ribadeo, que ostentó hasta cuando menos 1392".

El título volvió a la Corona, pero apenas tres años después, las deudas y la ausencia de numerario obligaron a Enrique III de Castilla a sacar a la venta el condado, que adquirió el condestable Ruy López de Ávalos. González Paz indica que las afinidades políticas y el desafecto del nuevo monarca, Juan II, ocasionaron su caída en desgracia en torno a 1422, por lo que, por segunda vez, el patrimonio ribadense revertía en la hacienda regia castellanoleonesa.

Aunque por poco tiempo, ya que el 22 de diciembre de 1431, Juan II le concedió, con carácter hereditario, a Rodrigo de Villandrando, como pago a sus leales servicios militares, "la mi villa de Ribadeo, con su castillo e fortaleza e tierra e distrito e término e territorio e aldeas e lugares e vasallos". Comenzaba así una sucesión que llegó a nuestros días, a través del Ducado de Híjar y de la Casa de Alba.

EMBARGADO . El condado no estuvo exento de vicisitudes. Entre sus principales intrigas palaciegas, por así decirlo, figura el hecho de que la villa y la jurisdicción en sí fueron secuestradas, es decir, embargadas por la Corona a comienzos del siglo XVI debibo a un litigio en la línea de sucesión.

El problema se originó tras la muerte de Pedro de Villandrando, hijo y sucesor del primer conde hereditario, que dejó a un vástago ilegítimo -al parecer vivió durante 20 años con su amante Leonor Rodríguez- como heredero, algo a lo que se opuso su esposa, Isabel Castaño, que, como condesa legítima, lo reclamó para sí.

Tras la muerte sin descendencia de Rodrigo de Villandrando (hijo ilegítimo legitimado) y de Isabel Castaño (condesa viuda legítima), se abrió un pleito sobre la continuidad del título, que finalmente siguió a través de María de Villandrando -hija del conde Rodrigo de Villandrando, hermana del conde Pedro de Villandrando y sucesora al frente del condado de Ribadeo-, casada con Diego Pérez Sarmiento, conde de Salinas y sobrino de Isabel Castaño, que era la esposa legítima del conde Pedro de Villandrando.

El investigador del CSIC se hace eco de la obra de Alonso López de Haro, que en su ‘Nobiliario genealógico de los reyes y títulos de España’, cuenta que los condes de Ribadeo y Salinas disfrutaban del privilegio de "comer a la mesa de los Reyes destos Reynos de Castilla y León y de vestir las ropas que los Reyes se pusieren en el día de la Circuncisión, primero día del mes de Enero de cada un año".

Pero antes de la normalización en la sucesión, y debido a las desavenencias, el emperador Carlos V tuvo que nombrar a un administrador que ejerció como gobernador del condado durante casi 20 años: Antonio de Tovar. Así consta en escritos de 1516 y hasta 1532.

El contino imperial Antonio de Tovar tenía una doble ascendencia: vallisoletana y gallega. Estaba emparentado con los Villandrando y los Pardo de Cela, pero se había criado en la corte del emperador.

Como hombre renacentista que era, su idea del ‘beatus ille’ le llevaba a querer vivir en el campo y quiso fijar su residencia fuera de la villa, por eso decidió -para finalmente apropiarse de ella-, "aforar, a la abadesa del monasterio de Santa Clara, la torre origen del pazo de Cedofeita, donde poder construir un palacio al estilo castellano", matiza Paz.

Por desavenencias con el contratista de la reforma, acabó descalabrando a éste y afrontó un proceso judicial por ello. Se retiró en Lourenzá pero fue sepultado en Santa María del Campo, cerca de los sepulcros de los condes de Ribadeo, aunque tras una remodelación neoclásica que se llevó a cabo en torno al XVIII, se destruyeron las huellas de su capilla funeraria. En general, los escasos ejemplos del patrimonio netamente condal, como la fortaleza de Ribadeo o el castillo de A Espiñeira, sucumbieron al tiempo.

Impuestos Los lugareños tenían que pagar a los condes gravámenes para construir fortalezas contra los ataques corsarios Motivaciones Villaines y Villandrando recibieron el condado por servicios militares. A la Casa Ducal de Alba le llega por sucesión hereditaria

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