«Cando era pequeno xogábamos cun pao de madeira coma se fose unha escopeta e chegábanos». Cuántas veces se habrá oído esa frase en las conversaciones entre abuelos y nietos y cuántas otras habrán sufrido el enriquecedor monopolio de vivencias de los ancianos. Muchas, seguro que hay testigos para afirmarlo. Pero ese patrimonio oral sigue siendo un nexo de unión entre generaciones y grupos de amigos, como los nacidos en los años 40 y 50 en O Morín, que un día tuvieron que separarse.
Ellos, los del barrio monfortino, no recurrían a los palos de madera para imitar a los Clint Eastwood o John Wayne de las películas de vaqueros. Su historia está ligada a las vías del tren. Algunos acabaron trabajando en ellas y la mayoría las recuerdan como su patio de recreo. Una vez al año se juntan para recordarlo entre conversaciones que recuerdan a esas que mantienen los abuelos con los nietos
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