''La tartamudez no es hereditaria ni tampoco incurable''

José Alberto López Amaro (Toño Parga)
photo_camera José Alberto López Amaro (Toño Parga)

Su tartamudez e incapacidad para comunicarse con los demás le llevó a probar todo tipo de tratamientos y terapias. Todos ineficaces, pero a José Alberto López le dieron ánimos para investigar e inventar el ritmosensor, de gran ayuda para los que sufren este problema.


JOSÉ alberto lópez (Ribas de Sil, 1952) es el administrador de la firma Ritmosensores Amaro S.L. que desde los años 80 trabaja para ofrecer alternativas eficaces a las personas que sufren arritmia fonética.

¿Podría definir la tartamudez?

Existen miles de definiciones de la tartamudez, lo que implica que en la actualidad todavía se mantiene como un problema para más de 50 millones de personas en el mundo. En otros campos todo está aceptado y consensuado. Aquí no hay ningún acuerdo en esa línea.

¿Hay investigaciones sobre este problema, sus causas y terapias, o se debería profundizar más?

La tartamudez es un problema, prefiero llamarlo así, tan viejo como el mundo y sobre el que se ha investigado mucho aunque avanzado muy poco. Estos escasos avances, que sufrí en carne propia, son los que me llevaron a pensar sobre el error que estábamos cometiendo. Entre sus causas se señalan los nervios producto de un trauma infantil, una psicosis verbal, un trastorno muscular, un ambiente familiar difícil, la excesiva sensibilidad, timidez... Se podrían enumerar cientos de posibles causas. Sin embargo, hasta ahora no se había encontrado una clara relación causa-efecto. En cuanto a los tratamientos hay también diversas corrientes, desde la psicoterapia, al tratamiento ortofónico que aborda la reeducación del habla.

¿Cuál es su postura sobre el tema?

Una característica desconcertante de la tartamudez es su intermitencia y hay que preguntarse qué ocurre cuando un tartamudo habla normalmente. ¿Acaso las posibles causas psicológicas, físicas, genéticas y neurológicas desaparecen súbitamente?. A partir de aquí pude llegar a la conclusión de que el mayor error que hemos cometido ha sido tratar la tartamudez por sus manifestaciones externas. La tartamudez no es lo que habitualmente se ve, como los espasmos, repeticiones o problemas respiratorios, sino que es invisible. Es una reacción física incontrolada donde hay un factor desencadenante, la causa, que produce el efecto que es la imposibilidad de hablar. Si no hay causa, no hay efecto. Por eso, cuando un tartamudo no está pendiente de su forma de hablar, lo hace bien. La terapia debe aplicarse sobre la causa no sobre el efecto. Es evidente que si eliminamos el miedo, la vergüenza y el estar pendiente de como se habla, habremos eliminado también los temblores, el rubor y la propia tartamudez.

¿Cuáles son las necesidades de las personas con ese diagnóstico?

Los tartamudos necesitan saber que su problema tiene solución. Y cuanto menos se esfuercen, mucho mejor. La tartamudez no es una enfermedad, es un hábito que nosotros mismos nos hemos impuesto y que, por supuesto, podemos quitarnos. Pero ante todo y como dije antes, es la reacción ante un estímulo. Si eliminamos el estímulo eliminamos la tartamudez.

¿Qué mitos se crearon en torno a la arritmia fonética?

Hay cientos de leyendas urbanas y conclusiones que nos han hecho mucho daño, como que la tartamudez es incurable o que tiene carácter hereditario.

Ante esta situación usted inventó el ritmosensor.

El ritmosensor surgió de la propia necesidad. Lo inventé a finales de enero de 1982 y fui desarrollando distintos prototipos. El primero lo dejé en la redacción de Medianoche, el programa de Antonio José Alés en la cadena SER, y nunca más supe de él. Después de aquel programa radiofónico recibí miles de cartas.

¿Cuándo salió al mercado?

Se comercializaron las primeras unidades desde finales de 1983 hasta 1985. En ese período vendí unos 500. Después surgieron algunos problemas técnicos que aumentaban los costes de los ritmosensores y me vi obligado a abandonar, aunque nunca lo dejé del todo.

¿En qué consiste el aparato?

El ritmosensor es la aplicación práctica de una serie de investigaciones que vengo realizando desde 1981. Inicialmente se basaba en el tratamiento tradicional, es decir, el habla lenta intentando seguir un ritmo con mucho esfuerzo. Pero el aparato ha evolucionado en la medida que lo han hecho los principios teóricos en que se basa y el ritmosensor pasó a ser un inhibitorio, una ayuda para no pensar en el acto de hablar y hacerlo mejor.

¿Para qué casos se recomienda?

Personalmente creo que para todos los casos de tartamudez pero también para las afasias y otras enfermedades o trastornos del habla y el lenguaje. En 2009 se hicieron ensayos con pacientes de una asociación granadina de enfermos de párkinson.

¿Y cómo se puede adquirir?

El ritmosensor se comercializa dentro del método Ritmo contra la tartamudez, compuesto de un libro del mismo nombre, un CD con ejercicios, auriculares, ritmosensor con cargador y un visor de apoyo. Se puede llevar en la muñeca, como colgante o llevarlo en el bolsillo. El precio es de 270 euros en la Península, y 250 en las Islas Canarias y el resto del mundo. Se puede solicitar a través del mail [email protected].

¿Tiene en marcha otros inventos pensados para personas que sufren algún tipo de tartamudez?

Tengo en mente un ritmosensor multiusuario para usarlo en clínicas y centros de rehabilitación, y que se puede conectar al ordenador. También trabajo en un programa en Java que pueden descargar los usuarios de móviles y, sobre todo, que se podrá implantar en operadores de telefonía fija y móvil. Así, las personas que lo deseen podrán solicitar el servicio Ritmosensor (RSFV) de la misma forma que usan el servicio

¿Cómo valora el apoyo o el respaldo que recibe desde los servicios sociales, tanto sanitarios como de integración?

Sinceramente se quedarían impresionados si supieran a cuantos sitios me he dirigido solicitando ayuda. Por intentarlo no habrá sido y por seguir en el empeño tampoco.

En corto

«Mi libro ‘La terapia’ es una réplica de ‘El discurso del Rey’»

Tiene en marcha una novela. ¿Cuál es su temática?

Se titula ‘La terapia’ y cuenta la historia de dos detectives de andar por casa que se proponen resolver el caso de los robos de fluidez verbal. Se desarrolla en Monforte y la escribí con bastante humor.

¿Qué razones le animaron a escribir esta obra?

Decidí que la mejor manera de demostrar los resultados de mi trabajo era crear un relato policíaco, donde el peso de las pruebas permitiera encontrar al ladrón. En este sentido el libro es muy original y presenta, de una manera muy amena y fácil de entender, qué es la tartamudez. Creo que así consigo llegar a todos y hacerles pasar un rato divertido.

¿Qué espera de la obra?

Voy a presentarla al Premio Planeta y ya estoy escribiendo la segunda parte, titulada ‘La caza’.

¿Cómo valora la película ‘El discurso del Rey?

La película está bien pero no era lo que esperaba. En cierto modo, ‘La terapia’ es mi réplica a ‘El discurso del Rey’, y puede llevarse al cine o al teatro. Está escrita desde dentro del problema y creo que aporta muchas cosas interesantes. Quiero agradecer desde aquí al Centro de Estudios Pondal ya la Fundación Mestre Mateo su incondicional apoyo a este proyecto en todo momento. Intuyo que lo mejor está por llegar.

 

¿Qué le aconsejaría a una familia con un hijo al que le diagnostican un problema de arritmia fonética?

Mi consejo, y sé que levanta muchas ampollas, es no hacer nada. La tartamudez es la fijación de un proceso que se repite una y otra vez. Cuando digo no hacer nada, me refiero a no tomar ninguna medida que pueda contribuir a que ese proceso en espiral se ponga en marcha. Muchas veces las madres llevan al niño al especialista y éste les dice que no tiene importancia alguna. Cuando al cabo de un tiempo vuelven a consulta con una tartamudez ya instaurada, entonces el médico les recrimina no haber ido antes. Esta situación paradójica responde a que, tras la consulta, las madres siguen preocupadas y cometen el error de decirle al niño cosas como «habla tranquilo». Justo lo que no había que hacer.

¿Se tiene en cuenta la tartamudez en la escuela?

Siento decir que hay muchos profesores que no empatizan con los alumnos tartamudos. En este sentido, creo que hay bastante desconocimiento sobre el problema. Las edades tempranas son el momento idóneo para cerrar el grifo a nuevos tartamudos y creo que es una oportunidad que no se debería dejar pasar.

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