A la sombra del granizo

Juan Carlos Díaz Noya, con un vehículo, ayer en Castro (Foto: José Ángel Díaz)
photo_camera Juan Carlos Díaz Noya, con un vehículo, ayer en Castro (Foto: José Ángel Díaz)

Juan Carlos Díaz tiene su domicilio familiar fijado en Castro de Ribeiras de Lea, pero su actividad como ‘desabollador’ profesional de vehículos lo convierte poco menos que en una especie de correcaminos que recorre los talleres y las plantas de automóviles de media Europa para reparar pequeños golpes en la chapa de todo tipo de vehículos, lo que popularmente se conoce por bollos o abolladuras.

Alemania, Francia, Suiza, Italia o Bélgica son algunos de los principales destinos laborales de este vecino de Castro de Ribeiras de Lea, quien, según dice, «viajo allí por donde antes ha pasado la tormenta para reparar los daños que causa en los automóviles».

Su actividad, prácticamente desconocida y muy poco empleada tanto en Lugo como en el resto de España, constituye un cometido profesional bastante generalizado en muchos otros países europeos, en los que son los propios fabricantes de automóviles, así como las compañías aseguradoras y los consorcios de seguros los primeros en demandar sus servicios, puesto que «son la opción más barata».

«La técnica de reparación de abolladuras que empleo la aprendí en Holanda y la perfeccioné luego a base de hacer trabajos», comenta Juan Carlos Díaz, al tiempo que precisa que su forma de trabajo le permite reparar los coques o bollos provocados en la chapa de los automóviles por pequeños impactos sin necesidad de tener que repintar la zona afectada y sin emplear ningún tipo de masilla.

«La técnica de desabollar sin pintar me permite ganarme la vida de forma holgada», reconoce Juan Carlos, quien aunque trabaja como autónomo, coordina un equipo de doce profesionales -franceses, alemanes, italianos, belgas...- que se desplazan por todos los países europeos para reparar abolladuras en todo tipo de vehículos.

«El arreglo de un bollo puede costar unos 50 euros», comenta Juan Carlos, para luego precisar que las tarifas también se pactan en función de la carga de trabajo. Aun así, Juan Carlos reconoce que «mi trabajo, a pesar de que se trata de una actividad poco menos que estacional, me permite ganarme la vida bastante bien».

La mayor carga de trabajo de este profesional de las abolladuras se registra desde abril a septiembre, periodo durante el que se producen el mayor porcentaje de tormentas con precipitaciones en forma de granizo, que es el agente responsable de buena parte de la abolladuras que repara este circunstancial vecino de Castro, nacido en Bélgica y que residió en Valencia antes de afincarse en Terra Chá.

A sus 43 años de edad, el intenso trasiego al que se somete Juan Carlos cada temporada de trabajo empieza a hacer mella. Quizás por ello, este ‘desabollador’ añora no poder desplegar su trabajo en Lugo para así poder compartir más tiempo son su mujer e hijos.

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