La reina de las enfermedades; la enfermedad de los reyes

Carlos G. Porrúa EL DEDO GORDO del pie se hincha, se pone rojo, caliente y brillante y se vuelve extremadamente doloroso, es lo que típicamente se denomina podagra.

La primera descripción de estos episodios de dolor y tumefacción del dedo gordo del pie aparece reflejada en el papiro Edwin Smith y es atribuida al padre de la medicina, el egipcio Imhotep (año 2640 antes de Cristo).

La gota aparece cuando el ácido úrico, en forma de cristales de urato monosódico, se deposita en las articulaciones, en los tendones y/o en los tejidos circundantes provocando inflamación.

El término gota proviene del latín ‘gutta’, reflejando la creencia medieval de que el exceso de uno de los cuatro humores -la salud vendría reflejada por el equilibrio entre estos cuatro humores- podría, en determinadas circunstancias, acumularse por goteo en la articulación, causando dolor e inflamación.

A lo largo de la historia la enfermedad se ha relacionado con la riqueza y el consumo de alcohol. Son conocidas las referencias al padecimiento de esta enfermedad en reyes como Alejandro el Grande, Carlomagno, Carlos V, Enrique VIII y Jorge IV y también en personajes ilustres como Bejamin Franklin, Martin Lutero e Isaac Newton.

Es la artritis inflamatoria más frecuente entre los varones y su prevalencia está aumentando en la población, incluidas las mujeres postmenopaúsicas. Es una enfermedad grave que puede tener manifestaciones sistémicas y su progresión es gradual. Sin embargo, es una enfermedad curable.

El requisito indispensable para tener gota es la presencia de hiperuricemia (niveles altos de ácido úrico), definidos como una concentración de ácido úrico en sangre superior a 7,0 mg/dl, que es el punto de saturación aproximado del ácido úrico. Sin embargo, algunos pacientes con gota aguda pueden tener niveles normales de ácido úrico en sangre.

La ingesta de alcohol, la cerveza, el consumo de carne roja y marisco, el ayuno, los traumatismos y las intervenciones quirúrgicas son factores desencadenantes de crisis agudas. También el uso de fármacos diuréticos aumenta el riesgo de crisis de gota.

Esto se debe en parte a la solubilidad del ácido úrico en los líquidos de las articulaciones que puede estar influida por la temperatura, el PH, la deshidratación y el daño articular. Además, estos factores pueden explicar la predilección de esta enfermedad por la articulación metatarsofalángica del dedo gordo del pie (una articulación periférica con una temperatura más baja), las articulaciones con osteoartrosis (con daño articular) y la aparición nocturna del dolor (deshidratación intrarticular).

Lo habitual es que sea la articulación metatarsofalángica del dedo gordo del pie, otras localizaciones incluyen los pies, los tobillos, las rodillas y las manos.

Sin tratamiento puede producirse gota crónica, que se caracteriza por la destrucción y deformidad articular y la presencia de tofos (depósitos de cristales de ácido úrico). En aproximadamente cinco años, el 30 por ciento de los pacientes no tratados desarrollan gota con tofos. Los tofos se suelen encontrar como nódulos duros alrededor de los dedos, en los codos y alrededor del dedo gordo del pie, aunque pueden aparecer en cualquier parte del cuerpo. En ocasiones, la piel que recubre el tofo se ulcera y expulsa un material blanco y calcáreo compuesto por los cristales de urato.

La detección de cristales de urato en el líquido articular ofrece un diagnóstico inequívoco de gota.

Una dieta adecuada puede limitar, al menos de manera parcial, los riesgos de hiperuricemia y gota. Debe evitarse el consumo de algunas bebidas, como la cerveza, los licores y las bebidas edulcoradas con fructosa. Debe tenerse un cuidado especial por reducir la cantidad de carne roja, pescado azul, marisco y animales de caza en la dieta. Debe fomentarse el consumo de productos lácteos bajos en grasa.

El objetivo del tratamiento consiste en reducir la concentración del ácido úrico en sangre por debajo de su punto de saturación con el fin de evitar la formación de cristales e impulsar su disolución. Por lo tanto, el objetivo consiste en reducir los niveles de ácido úrico y mantenerlos por debajo de 6 mg/dl.

Al comienzo del tratamiento para reducir los niveles de ácido úrico es frecuente la aparición de crisis agudas de gota. Sin embargo, estas «crisis de movilización del ácido úrico» no indican que el fármaco no está siendo eficaz.

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