La pajarita le sienta bien a Pau

Rancheras y Kiko Veneno mientras comparece la banda y algo menos de medio aforo en el Gustavo Freire. Sobre el escenario, una pantalla en rojo con la imagen gráfica del nuevo proyecto musical de Jarabedepalo y en los relojes, veinte minutos sobre la hora prevista. Cae la sombra y una luz violeta señala a un pregonero con frac y megáfono: "¡Pónganse cómodos para la Orquesta Reciclando’!".

Quien se presenta ante el respetable —en riguroso definido— es Andreu Buenafuente: "Jarabedepalo soy yo. Estos ha sido una farsa". Los ripios desde la pantalla se sucederán todo el recital.

Suena el saxofón. Los fracs y las zapatillas All Star llenan el escenario. Bongós y la característica voz nasal de Pau Donés en un Dueño de mi silencio con mucho más músculo y querencia brasileña, como Palo Cantamañas.

La Orquesta Reciclando es una banda bufa, que reparte claveles entre las damas y que logra un sonido impecable: duelos de guitarra y saxofón de altura y una bajista más que solvente. Las cuerdas, por veces, fronterizas y los teclados, en ocasiones, con regusto hammond.

Donés, un cantante justito, es el jefe de una banda que viste de reggae el mítico Depende y arranca los primeros aplausos entusiastas a la tercera canción y que se pone el traje de big band al reinterpretar La cara mala en clave de swing. Dos días en la vida suena a Copacabana y Pura sangre se baja al moro por palmas.

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