El silencio invade cada rincón. La soledad se apodera del tiempo. Y el olvido, poco a poco, va ganando espacio. En un edificio ya inquietante, por una historia que nació en un manicomio con secretos y prácticas de las que pocos quisieron hablar fuera de sus paredes, la locura va dejando paso al abandono.
El psiquiátrico de Castro de Ribeiras de Lea -que durante décadas fue parte de la base de la economía local y sus usuarios, una imagen habitual en el paisaje urbano- se cae a pedazos, mientras los vecinos alertan del peligro que supone un inmueble vacío y abierto a todo el que quiera entrar, por lo que exigen soluciones.
Una señal, todavía en pie, indica