La hora de los políticos

LA PROFUNDIDAD y la extensión de la actual crisis con las vertientes económicas y sociopolíticas, véase Brasil o Turquía y veáse también España y Galicia, exigen respuestas políticas de calado, que no se han dado todavía. Ha funcionado en la dirección que afecta a los ciudadanos en su calidad de vida pero no se ha avanzado nada en lo que toca a reformas y cambios que implicarían la desaparición de privilegios en la utilización de recursos públicos en los políticos: el ejercicio de la política como un medio de vida con seguridades y ventajas de las que carece el ciudadano. La anunciada reforma de las administraciones públicas debería responder a esta carencia, que es una urgencia para asegurar el normal funcionamiento de un sistema democrático, al que han viciado los intereses parasitarios de las estructuras de los partidos y otras organizaciones. En el debate que se abra será necesario diferenciar lo que es defensa de intereses de grupo, tapado de contenido ideológico o de supuesto interés general. Cinco años de crisis, de obsesión con el déficit público, de recesión y marcha atrás económica no han logrado que los dirigentes políticos sean capaces de abrir un proceso tan lógico y necesario como la fusión de municipios, que han perdido población, continúan en caída y carecen de recursos para hacer frente a sus gastos. Prima el interés de grupo sobre la responsabilidad política y sobre el interés general. La imposible unión de municipios es el ejemplo de la resistencia a cualquier reforma que pueda afectar a quienes ejercen la política como actividad. La invitación de la vicepresidenta del Gobierno a «la hora de los sacrificios de los políticos» va a exigir valentía y capacidad para sortear la oposición interna de quienes han ocupado como modo de vida la política.

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