La gran dama

Muere la primera mujer que dirigió una democracia occidental y una auténtica avanzada, que desde su origen de clase media baja se situó, nada menos, que al frente de los conservadores británicos. En el momento de su desaparición no es poco mérito este, frente a las críticas que su política económica desató y desata todavía. Las llamadas redes sociales ayer demostraban esa gran capacidad para generar simpatías y antipatías radicales. Margaret Thatcher pasa sin duda a la historia británica y a ser considerada como una figura clave en la segunda mitad del pasado siglo. Fue una gran líder política, con un liderazgo real, ganado a pulso, y no atribuido por ocupar un cargo. Hay analistas que imputan los resultados de los males económicos actuales a las políticas económicas de Thatcher y Reagan. Claro que, al tiempo, sería exigible situar en las responsabilidades a quienes, después de ambos, creyeron y propagaron como verdad el crecimiento económico ininterrumpido, continuo: el final de los ciclos. Trasladada a hoy en términos políticos e ideológicos, no parece que sean equiparables los dirigentes conservadores o liberales europeos actuales, con sus políticas de austeridad, a la señora Thatcher. Entonces, la iniciativa y la aplicación arrancaba del poder político, de los liderazgos fuertes en los gobiernos democráticos. No renunció a su autonomía ni frente a los sindicatos ni a la hora de la guerra. No se puede decir hoy lo mismo. A la señora Thatcher se le critica su euroescepticismo o incluso antieuropeísmo. Claro que también en esto, y de la mano de un pequeño ensayo de Tony Judt, en las antípodas ideológicas de Thatcher, conviene preguntarse por los pilares reales del europeísmo que se construyó. La versión digital del New York Times colocaba ayer como primera ilustración de la noticia una foto de 1985 en la que aparecían Ronald Reagan, François Mitterrand, Helmut Khol y Margaret Thatcher; referentes de liderazgo político, ideológicamente diferentes.

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