La fragilidad de Sargadelos

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TIERRAS GALLEGAS elaboradas con ideas de nuestro tiempo. Bajo este lema se resume la identidad de Sargadelos desde que el asturiano Antonio Raimundo Ibáñez pusiera en marcha a principios del siglo XIX en Cervo la iniciativa de convertir las ricas arcillas gallegas en innovadoras lozas decoradas. Sería ya entrado el siglo pasado cuando Sargadelos culmina su proyecto, de la mano del entrañable Isaac Díaz Pardo y un puñado de intelectuales comprometidos, añadiendo al caolín otra materia prima propia: la cultura gallega, renovando motivos, formas y colores genuinos. Se podría decir, sin margen de duda o error, que Sargadelos ha sido el cuño de la marca Galicia durante años y años.

El concurso de acreedores presentado esta semana firma un capítulo anunciado, desde que hace unos meses el grupo cerámico reconociera su manifiesta incapacidad para afrontar su compromisos financieros y también laborales, con una plantilla diezmada desde 2009, cuando arrancó un primer expediente de regulación de empleo para 250 personas. El coste del último expediente, que afecta a otros 70 trabajadores, es el principal argumento que esgrime la dirección de Sargadelos para explicar ahora la suspensión de pagos.

Pero en la crisis del grupo cerámico hay otros actores, para un pasivo relativamente bajo a simple vista, que rebasa los cinco millones de euros y que se reparte entre entidades financieras (Novagalicia, BBVA y Caixabank), con 2,3 millones; Xesgalicia (Igape), con otros 950.000 euros, y la propia plantilla y la Seguridad Social.Para situarnos, conviene repasar la foto fija de la situación patrimonial y las cuentas de los dos pilares del grupo: Fábrica de Cerámica de Sargadelos SL (Cervo) y Cerámicas do Castro SL (Sada). Pero hay más.

En total, a inicios de 2013 eran otras ocho las sociedades dependientes que integraban el grupo: Porcelana de Sargadelos SL (Cervo), Laboratorio de Industria y Comunicación del Castro SL (Sada), la ya liquidada Sargadelos Barcelona SL (Cervo), Sargadelos Compostela SL (Santiago), el polémico Instituto Gallego de Información SA (San Marcos, Santiago), Sargadelos Coruña SL (Sada), Cristal de Sargadelos SL (Cervo) y Gráficas do Castro Moret (Sada). Todo un ramillete de firmas cuya función era apuntalar una estrategia que se repartía entre la cultura y las actividades productivas y comerciales. Sin embargo, las plantas de Sada y Cervo son la cabeza del león. Toca ahora analizar su situación.

Por ejemplo, la fábrica de Cervo, según sus propias cuentas, lleva cuatro años generando pérdidas de explotación y presentó unas ventas en 2012 con una caída del 20% sobre el ejercicio precedente, cuando había firmado una facturación un 18% inferior al 2010. La sociedad había concedido créditos a empresas del grupo por 671.000 euros, de difícil recuperabilidad, según exponían sus propios gestores. La planta de O Castro había visto mermadas sus ventas un 21% en 2012, que se sumaban a una caída de ingresos del 14% un año antes. Los préstamos de dicha fábrica a empresas del grupo sumaban otros 713.000 euros.

Sin embargo, entre Cervo y Sada las pérdidas en 2012 fueron de 270.000 euros, unos números rojos asumibles para el común de las empresas saneadas, siempre y cuando puedan responder con sus activos ante cualquier eventualidad. No ha sido el caso. ¿Qué ha fallado entonces?

Precisamente en febrero del año pasado, el grupo consiguió una carencia de un año en el préstamo de refinanciación firmado con BBVA, Novagalicia y Caixabank. En otras palabras, tenía un año para hace frente al pago de la cuota. Y el período expira precisamente cuando se presenta el concurso. No sólo en febrero finalizaba el período de carencia dado por la banca acreedora. El grupo también tenía que encarar la devolución de parte del crédito que le facilitó la Xunta en 2011 a través de Xesgalicia. El fondo Adiante 2000 concedió hace tres años al grupo cerámico un crédito participativo con garantía hipotecaria de 950.000 euros. Con una duración de siete años, el período de carencia acabó en junio del año pasado.

¿Soluciones? Pues hay y muchas. Dependerá de la posición de la Xunta y del pool bancario,cuya actitud a priori parece positiva. Pero también de un modelo de negocio que debe revisarse tras el fracaso de un plan de internacionalización que apenas aporta ventas a Sargadelos. La venta de patrimonio, casi obligada, y la revisión de los canales de distribución también son otra piedra angular de la nueva Sargadelos que aspira a salir del concurso de acreedores. Porque el grupo merece tener un futuro tan prometedor como todo el pasado que le precede.

Un juez para poner orden en Pescanova

BENDITOS jueces de lo Mercantil. El entuerto de la única propuesta de convenio para sacar del concurso la segunda multinacional gallega solo puede ser resuelto por quien de verdad tiene mando en plaza. Y hasta ahora muy poco se ha prodigado el titular del juzgado de Pontevedra, Roberto de la Cruz. De salir adelante la propuesta en los términos presentados, Pescanova en nada se parecerá a lo que fue, por obra y gracia de unos accionistas, Damm y Luxempart, que, como decía el corrido mexicano, se creyeron de los bancos consentidos. Tal es lo alambicado del plan que parece diseñado, a través de hasta dos segregaciones societarias de lo que hoy conocemos por Pescanova, para blindarse ante cualquier otro acreedor.

A todo ello se suma un planteamiento que lleva al límite la Ley Concursal en cuanto a plazos, documenta con jurisprudencia la conveniencia de articular concursos exprés en filiales y apela a otras sentencias para lograr bloquear el legítimo derecho de oposición individual de otros acreedores. A mayores, el plan de viabilidad de la Pescanova futura no quiere saber nada de la división internacional y, sobre todo, de su deuda. Damm ha logrado convertir a la banca en rehén a pesar de que serán los acreedores nacionales (Bankia, NCG, Sabadell, BBVA, Popular y Caixabank) quienes controlarán más del 60% del capital. Lo hace subrogándose un derecho de veto sobre todas las decisiones trascendentes del futuro consejo. Algo suena muy mal en todo esto cuando los bancos, con la boca pequeña, rechistan y dicen que no lo tienen claro, que hay puntos oscuros. Ahora más que nunca es necesario el juez para poner orden en todo esto.

JUAN DÍAZ ARNAU ♦ Una marcha de la cúpula de NCG que no será la última

EN LAS tempestades financieras siempre hay supervivientes. En Galicia lo sabemos bien. Fusión, reconversión, nacionalización y reprivatización, todo en uno, Novagalicia ha cruzado su particular Cabo de Hornos y enfila una singladura en la que los anclajes con el pasado deben ser los justos. Al menos, en cuanto a modelo, algo que parece claro con el retorno a la banca tradicional, y también en lo que respecta a las caras. Es verdad que Juan Carlos Escotet llega con muchas ideas y poco equipo, el justito procedente del Etcheverría, pero no lo es menos que en la entidad permanecen ejecutivos transmutados en vacas sagradas. Le toca el turno de salida, pactada, dicen, a Juan Díaz Arnau, el director general comercial de Novagalicia. Con él abandona el barco un recién llegado, Fernando Vázquez, familiar político de del exconsejero delegado, César González-Bueno, quien lo fichó. Con estas salidas, Novagalicia suelta amarras. Habrá más.

ANDRÉS MUNTANER ♦ Audasa tiene planes, también para subir de nuevo los peajes

LA CONCESIONARIA de la Autopista del Atlántico, acostumbrada al músculo financiero que le aporta un negocio seguro, necesita recursos. Sobre todo ahora, que la merma en los ingresos por peajes comienza a tensionar las cuentas (la caída fue de siete millones el año pasado) y el tráfico de la AP-9 se sitúa en cifras de hace una década. Además, el reto de la ampliación de Rande lleva a la compañía a anunciar una emisión de obligaciones hasta los 400 millones. Hasta aquí todo suena bien. El problema llega cuando Audasa también anuncia un próximo incremento de tarifas, que se sumará a los tres consecutivos de los últimos tres años. Curioso que, con el mismo tráfico que en 2002, la AP-9 cueste un 50% más. Y su director general, Andrés Muntaner, guarda silencio, lo habitual, ante lo que no merece otro calificativo que un constante atropello tarifario.

(Texto publicado en la edición impresa de El Progreso el 8 de marzo de 2014)

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