La fortuna también se escondió entre las butacas del Teatro Real

Quién le iba a decir a Jesús Lorente, un tinerfeño de 27 años, que vivir en directo el sorteo Extraordinario de Navidad le iba a traer tanta suerte como para plantearse si vuelve en los próximos días a su puesto de trabajo.

En compañía de su hermana, ha salido del patio de butacas del Teatro Real con 125.000 euros bajo el brazo, y todo gracias a un décimo que compró junto a su familia hace un mes en una gasolinera de Granadilla de Abona, en Tenerife, la localidad que ha recibido con los brazos abiertos el segundo premio del sorteo, que ha caído en el 79.712.

Lo que iban a ser unas tranquilas vacaciones de Navidad en la capital ha derivado en un episodio surrealista. Jesús, que trabaja en el sector de la hostelería, no puede esconder la adrenalina y tiembla instantes después de conocer la feliz noticia.

Asegura que una de las primeras cosas que piensa hacer con el dinero es "comprar un billete de vuelta" a su tierra y "tapar agujeros". Aprovechando la presencia de las cámaras, este joven ha mandado un cariñoso saludo a su familia y a su jefe: "Si no me ve en los próximos días, ya sabrá por qué es".

En la misma sala donde la fortuna sorprendió a Jesús, se sientan los orgullosos papás de quienes pusieron voz a la suerte.

Andrison, el padre de Isabel, relata que su hija "se acostó un poquito tarde por los nervios", aunque estaba "muy segura" de que iba a cantar uno de los premios más importantes, y así lo hizo con el segundo.

Para Elsa, la mamá de Joel Fernández, uno de los niños que ha repartido cuatro millones de euros en premios, su hijo "tenía la espinita de cantar algún premio chiquitín, pero jamás se imaginó que sería el Gordo".

El sueño de Joel se ha cumplido, y no en sentido figurado. "Anoche soñé que daría el premio Gordo", cuenta el pequeño con emoción.

Su compañera Andrea Ladrón, de 13 años, ha debutado por todo lo alto en el Teatro Real, donde ha compartido protagonismo con Joel al ponerle también voz al premio más importante del sorteo.

Aunque más de 600 personas no querían perderse la cita con la suerte, apenas 400 afortunados han podido pasar al patio de butacas habilitado para el público.

No ha sido el caso de María, Rafa y Cristina, un grupo de amigos alicantinos vestidos de época que no han madrugado lo suficiente para lograr entrar al recinto, aunque llevaban esperando desde las 7 de la mañana.

Para evitar un disgusto, Manuela, que no pasa desapercibida con su "traje de décimos", decidió plantarse en la puerta del Teatro Real a las cuatro de la tarde de ayer. "Lo hago por la ilusión y por la gente tan simpática que conozco cada año", asegura en declaraciones a Efe.

Entre los más veteranos en el arte de esperar a la intemperie destaca Antonio, el "camello perdido" de los reyes magos, y Enrique, un humorista que se hace llamar "el mocito feliz".

Julián, también conocido como "el padre Pérez", bendice a toda persona que encuentra a su paso invocando a Dios para que "mate la desilusión de la crisis" y traiga suerte a los más desfavorecidos.

Las temperaturas bajo cero no han desanimado a Emilio, que ataviado con un sombrero azul y un vestido de colores, lleva desde las tres de la madrugada encarnando a la Bruja Olímpica, la mascota estrella de su administración de lotería en Fuenlabrada.

Salvo alguna bola que ha rodado por la moqueta y algún otro despiste causado por los nervios, los pequeños de San Ildefonso han hecho un excelente trabajo y han demostrado con creces su ilusión, hasta el punto de que Brisa, una de las niñas cantoras, se ha mareado y ha tenido que ser sustituida por otro compañero.

Aunque no todos los asistentes han tenido la misma suerte que Jesús, la mayoría de ellos han salido del edificio muy satisfechos por haber vivido una "experiencia única". Como dice Paula, una joven madrileña de 20 años, este año "habrá que conformarse con tener salud".

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