A la facultad con canas

Cuando el mercado laboral se ha quedado con poco que ofrecer, con los términos ‘trabajo’ y ‘fijo’ casi imposibles de emparejar y las ayudas de la administraciones en clara merma, crece el número de licenciados o trabajadores con una extensa carrera profesional a sus espaldas que optan por volver a las aulas para seguir formándose.

El desalentador panorama laboral hace que seguir estudiando se haya convertido en una opción para muchos lucenses como Diego Fernández, María García, Nuria Álvarez o Manuel Vázquez, que representan a un importante sector de la sociedad perfectamente cualificado para ejercer un trabajo que, no obstante, nadie les ofrece o que temen acabar perdiendo.

No en vano, el curso 2012-2013, uno de cada cinco estudiantes universitarios en España tenía más de treinta años, un 5,5% más que el año anterior, un 30% más que cinco años antes y casi el doble que a comienzos de la pasada década.

LOGRAR REINVENTARSE

Diego Fernández Bustillo, de 37 años, estudió Ingeniería Técnica Forestal, una profesión que ejerció durante seis años de manera estable. A partir de entonces alternó la impartición de cursos con algún otro trabajo esporádico, hasta que dijo «basta» y decidió acceder al grado de Enfermería. Aunque la rama sanitaria siempre le atrajo, Diego reconoce que para él no es algo vocacional, y que fueron las bajas perspectivas de encontrar un trabajo las que le empujaron a volver a coger los libros. «La enfermería ofrece más posibilidades de trabajo, vi la oportunidad de acceder al grado y, después de mucho reflexionar, decidí matricularme», dice.

En su entorno, no todos entendieron en un primer momento su decisión, ya que el medio ambiente y la enfermería parecían tener poco que ver entre sí. Pero Diego ve la nueva experiencia como «muy enriquecedora» y cree que incluso estudios tan dispares a simple vista como los que el ha elegido, «se complementan, todo radica en lograr cambiar el chip, reinventarse, encontrar la dirección correcta», reflexiona.

Reconoce que «no lo hubiese hecho si gozase de un trabajo estable». Fue la crisis, el punto muerto en el que se encontraba, lo que le dio tiempo para pensar y valorar otras opciones. «No se trata de tener títulos por tenerlos, lo que hacemos es una inversión de futuro. Volver al aula requiere un esfuerzo que habrá merecido la pena cuando dé sus frutos», acaba.

EL FUTURO ESTÁ FUERA

María García González, de 33 años, estudió Música en Madrid, hasta que una inoportuna lesión truncó sus expectativas laborales. Se marchó entonces a Londres buscando «un cambio de aires» y un trabajo. Hace unos años, y después de un tiempo «sin saber muy bien qué hacer», la lucense se matriculó en el grado de Educación Primaria, de vuelta de nuevo a Lugo.

En un momento en el que los puestos de trabajo se venden más caros que nunca, María creyó «imprescindible» obtener un título para acceder con ciertas garantías al mercado laboral. Hija de maestra, reconoce entre risas que terminó por dar la razón a su madre, quien insistió siempre en que lo suyo debía ser la enseñanza.

María aguarda al final de la carrera con ganas de ejercer, pero intuye «complicado» hacerlo en España, por lo que su intención es impartir clases en el extranjero. «En España los tiempos están mucho más marcados, y los maestros con más de 30 años somos ‘viejos’ para incorporarnos al mercado laboral». «En Londres -pone como ejemplo- esto se ve como algo habitual y las ayudas por parte de las administraciones son mayores».

Viviendo gracias a «los ahorros» y dando clases de inglés y música a algunos niños, María saca tiempo también para colaborar en una asociación cultural y defiende que lo importante es mantenerse ocupado. «No llega con enviar currículos todos los días, debe permanecerse siempre activo, participando en todo lo que se pueda, porque todo lo que se haga acabará siendo productivo en el futuro».

SIN MIEDO A NADA

La misma edad y actuales estudios que ella comparte Nuria Álvarez Varela, licenciada en Filología Alemana. Trabajó durante años en la Administración de Justicia, como dependienta en centros comerciales y como azafata de vuelo. Cumplidos los treinta, sin trabajo, y esperando un hijo, la filóloga decidió «sacarse una espinita clavada» y matricularse en el grado de Educación Primaria.

«Si encontrar trabajo era tarea difícil, estando embarazada se convirtió en misión imposible», recuerda. Por eso, volver a las aulas fue su forma «de no dejarme amilanar» y de luchar contra el paro, peleando por un puesto con los demás miembros de «la generación mejor preparada que se recuerda», dice.

Hoy Nuria tiene un niño de dos años y está a punto de terminar la carrera, algo que reconoce que hubiese sido «imposible de lograr sin el apoyo de mi familia». La estudiante cree que, probablemente, son muchas las personas de su edad que no gozan de las facilidades de las que ella dispuso, «y las administraciones tampoco ofrecen suficientes facilidades».

A pesar de ello, esta lucense aclara que «no es fácil hacerlo, ya que nadie te regala nada y hay que luchar cada día por lo que uno quiere». Regresar a la facultad y reintegrarse en el mercado laboral superada la treintena «puede provocar cierto temor», asegura, pero añade que no se dejará amedrentar y se muestra totalmente dispuesta a «engancharme a un tren que todavía no ha pasado». «Sea como fuere -sentencia- habiendo estudiado, nunca tendré la sensación de haber perdido el tiempo».

NUNCA ES TARDE

Manuel Vázquez Vázquez estudió formación profesional y trabajó en la industria del metal y en una empresa de textil hasta que decidió presentarse a unas oposiciones. Hoy ejerce como funcionario de prisiones y «como el saber no ocupa lugar y el trabajo fijo ya no existe, quizá ni siquiera para los funcionarios», hace unos años, y ya superados los 50, se matriculó en el Grado de Relaciones Laborales y Recursos Humanos.

Manuel, que ahora tiene 54 años, aboga por estar «siempre preparado, cuanto más mejor, para cualquier nueva oportunidad que pueda surgir». Además, cree que los estudios que ahora cursa son aprovechables para su actual trabajo e incluso para su vida. Por ello, asegura que seguirá estudiando cuando termine esta carrera «porque aunque no siempre se saque de ello provecho económico, queda la satisfacción personal de haberlo conseguido». Con dos hijos, uno de ellos también universitario, Manuel admite luchar por no verse desfasado. «Hoy en día, las personas de mi edad estudiamos, hacemos deporte... somos mucho más activos que años atrás», a lo que añade que «no sabemos con precisión a qué edad nos vamos a poder jubilar», por lo que se ve metido aún en la ‘pelea’, luchando por mantener e incluso mejorar su trabajo.

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