La España de Mortadelo

sostienen faemino y Cansado que si en un aeropuerto te encuentras con una escalera que da acceso a un avión de la marca McDonnel Douglas y con otra por la que entrar a un aparato de la firma López, subes por la primera a cien por hora. Todo lo que suena a español huele a chapuza.

España es incapaz de deshacerse de la imagen retratada por Ibáñez en los tebeos de Mortadelo y Filemón. Porque solo en una de esas hilarantes historias tendría cabida la trama que ayer regresó a las noticias y según la cual España ganó el oro en los Juegos Paralímpicos de Sídney 2000 con un equipo en el que de sus doce integrantes solo dos tenían una discapacidad intelectual.

Solo a través de viñetas se puede uno imaginar cómo se fraguó esta trama. En la primera saldría un tipo gordo sentado detrás de una mesa gritando:

-¡¡¡Estoy cansado de ir a los Juegos Paralímpicos y regresar con menos medallas que Burundi Oriental!!!.

A lo que un individuo con cara de espabilado respondería.

-Tranquilo, jefe, tengo la solución. ¿Por qué no llevamos a jugadores sin discapacidades? Seguro que lo harán mejor.

-¡¡¡Pero majadero!!! ¿Cómo vamos a presentar un equipo de discapacitados sin discapacitados?

-Pues muy fácil, cuando se crucen con alguien durante los Juegos, que finjan ser discapacitados.

Suena a broma, pero lo triste es que tuvo que ser algo así. España presentó en Sídney 2000 un equipo formado por doce jugadores de los cuales solo dos lo eran en realidad.

Aquí es donde entrarían en acción Mortadelo y Filemón. El Superintendente Vicente los reuniría para contarles que había recibido un soplo según el cual España iba a hacer trampas en unos Juegos Paralímpicos y eso no podía permitirse porque estaba en juego la imagen del país (el maestro Ibáñez nunca usaría la horterada esa de ‘marca España’).

Gracias a sus importantes contactos, la TIA conseguiría colar a sus dos agentes secretos en el equipo y estos descubrirían el tinglado después de ganar la medalla de oro con una canasta de Mortadelo gracias a un tiro que se dirigía a la grada pero que acabaría entrando porque el balón estaba teledirigido por el Profesor Bacterio.

En la vida real, el papel de Mortadelo y Filemón lo ocupó el periodista Carlos Ribagorda, que formó parte de aquel equipo sin tener ningún tipo de discapacidad intelectual y después lo contó todo en la revista Capital.

Ayer, trece años después, la justicia absolvió a todos los procesados salvo al por entonces presidente de la Federación Española de Deportes para Discapacitados Intelectuales (Feddi), que tendrá que pagar una multa de 5.400 euros, que se unen a los 142.355 que devolvió en su día para restaurar lo que había defraudado al cobrar subvenciones.

Con el tiempo esta historia se olvidará, pero como sucede con los tebeos de Mortadelo y Filemón, quedará grabada en el cerebro de un país que sabe que tiene muchas cosas buenas, pero entre ellas no está la seriedad.

Cuando el pasado 7 de septiembre los miembros del Comité Olímpico Internacional eligieron Tokio como sede de los Juegos Olímpicos medio país reaccionó como lo haría un niño de 9 años. «No nos dan los Juegos porque nos tienen envidia». No, envidia tendrán de los músculos de Nadal, de la puntería con el pie de Iniesta o de la pericia al volante de Alonso, pero de un país que es capaz de hacer pasar a diez tipos por discapacitados intelectuales lo que se tiene dista mucho de la envidia.

En realidad si no ganamos fue por no haber mandado a Buenos Aires a los agentes de la T.I.A. Lo de la ‘relaxing cup’ tendría más gracia en boca de Mortadelo. Eso seguro.

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