La edad de oro del CD Lugo

COMO LE HA cambiado la vida al Club Deportivo Lugo un año después del penalti de Manu, momento cumbre en la historia reciente del club rojiblanco y simbólico salto adelante de la entidad hacia un futuro mejor. Hoy en día, pese a su modestia, el Lugo es un club respetado, serio, fuerte deportiva e institucionalmente y sólidamente asentado en el fútbol profesional.

Dicen que quien olvida su pasado está condenado a repetir sus errores, y sus tragedias. Quizá una de las claves del esplendor actual del Lugo es no haber olvidado de dónde viene.

Conviene recordarlo. Porque, sí, hace un año del pasaporte hacia un futuro de vértigo y prosperidad que supuso el penalti convertido por Manu en el Ramón de Carranza, pero se cumplen también diez años de uno de los peores momentos de la entidad, el dramático descenso a Tercera. Zarandeado por el destino, abandonado por la sociedad lucense y sin nadie que quisiera coger el timón dejado por Eliseo Corral, la suerte de la entidad parecía sentenciada.

No fue así. Hubo personas que no perdieron la fe, gente como Pepe Garalva o Paco Rivera, que no pararon hasta que encontraron a quien quisiese al Lugo. Lo hicieron con un grupo de exdirectivos encabezados por José Bouso y Daniel Lombardero. Con cambios, aciertos y errores, idas y venidas, aquellas personas, a las que luego se unieron otras, como Carlos Mouriz, el Lugo recuperó la salud y hoy luce incluso músculo, el de los 330 accionistas que asistieron el pasado sábado a la asamblea constituyente en SAD. Larga vida al Lugo.

Tahití, las gracietas de la Fifa y la ‘Cosa’ Confederaciones

Que el fútbol de selecciones se deja el crédito a jirones es una evidencia acentuada año tras año. Que torneos como la forzada Copa Confederaciones ayudan poco, también. Y la inclusión en este tipo de torneos de equipos como Tahití convierten la Confederaciones poco menos que en una charlotada a mayor gloria de Sepp Blatter y su corte de los milagros.

Que no se entienda mal el argumento. Tahití tiene tanto derecho como el que más a tener su selección y a progresar. Pero meter a este debilísimo combinado en un torneo al lado de la campeona de Europa y del mundo, España, o de equipos como Uruguay o Nigeria no le ayuda precisamente. Los tahitianos se van de Brasil con 24 goles encajados en tres partidos y el aficionado se queda con la sensación de haber sido estafado. No es casualidad que al torneo se le denomine Cosa Confederaciones. Y es que si no hay competencia no puede haber competición. A ver cuándo lo entiende la Fifa.

Tiempo de verano, tiempo de Tour

La llegada del verano no implica que los aficionados al deporte se queden sin nada que llevarse a la vista. Hay poco fútbol, pero llegan dos grandes eventos. Wimbledon empezó ayer mismo con la sorprendente e inesperada de Rafa Nadal y el Tour de Francia arranca el sábado en Córcega.

Se desconoce la verdadera forma física de aspirantes como Alberto Contador o Andy Schleck, Bradley Wiggins, el campeón vigente, no corre este año y el veterano Cadel Evans parece ya en declive. Todo apunta, en la edición número 100 del Tour, al inminente advenimiento de un nuevo rey. Y todas las miradas se posan sobre el británico, nacido en Kenia, Chris Froome, segundo el año pasado y al que Wiggins debe más de medio Tour.

Sin Nibali en carrera, Froome parece el nuevo mesías del ciclismo. Pero, claro, habrá que pedalear y Froome no lo puede controlar todo a lo largo de 3.360 kilómetros, como tampoco los impulsos de Schleck o Contador o el papel de outsiders como Purito Rodríguez, Alejandro Valverde, Hesjedal o Igor Antón. Como para perdérselo.

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