La diferencia de edad

ADE0103P54F1.JPG
photo_camera ADE0103P54F1.JPG

QUE LOS TIEMPOS están cambiando nos lo recuerdan ahora desde el Papa a Google pasando por Florentino Pérez, que añora eso que llaman ‘cambio de ciclo’. Las diferencias entre la chavalada de ahora y las de nuestra era son de lo más llamativo. Empezando por ese exhibicionismo on line que no solo les incumbe a ellos, sino al que también se rindieron algunos puretas de mi quinta que se exhiben sin pudor en las redes sociales, aunque luego les traiga algún disgusto. Pero los chavales de hoy son la caña. Teclean a tal velocidad en el móvil que da ganas de contratarlos a todos para una cadena de montaje de cajas de bombones.

Hace cosa de una semana, dos chavalitas de quince o dieciséis se solazaban en un parque de Ribadeo con una invitación recibida por un macizorro para quedar a un botellón el sábado. Naturalmente puse la antena todo lo que pude y comprobé que ya ni contestaban, una envió un «me gusta» y otra el simbolito del ‘ok’. En eso, la verdad, les envidio cantidad, porque yo fui un joven muy introvertido para esas cosas. Más allá, siendo niño, Ribadeo estaba maquiavélicamente dividido en pandillas que respondían a barrios. Si no eras de uno de ellos, para acceder a uno de esos selectos clubs tenías que pasar unas pruebas que las más de las veces consistían en que te retorcieran el brazo, te dispararan con el tirachinas o te abrasaran a castañazos, si tenías mala suerte y era la época. Eso sí, luego eras de la Plaza, del Muelle, de la Estación... Y eso, querido lector, era un pasaporte a la protección personal que, por otro lado, te abría las puertas a unos tremendos partidos de fútbol en los que de haber existido un árbitro hubiera salido corriendo.

Comparados con los de ahora, éramos unos corderos.

Cuando el tiempo avanzó, a algunos nos dio por hacer deporte. Esto también aporta diferencias significativas con lo de hacer deporte en la actualidad. Para jugar a algo, ahora hay que estar sí o sí en un club y la consecuencia es que se vaciaron las pistas de la calle donde, por otra parte, tampoco dejan jugar, así que bienvenidos sean.

Pero lo interesante es la actitud. Mientras que a nosotros si te llamaban, no para jugar, para entrenar con ‘los mayores’, pasábamos toda la noche inquietos, ahora tienen que tirar de agenda electrónica para que no les coincida con alguna de las miles de actividades que hacen los jóvenes modernos.

Espero que las actividades extraescolares ahora no sean un entretenimiento, sino una pista de despegue hacia una vida mejor. Porque de ser así los que hoy somos padres a nada que pasen unos años podremos igualar nuestras actividades a las del papá de Messi, o los N&N de Neymar, si no en el fútbol, sí en la música, el bádminton, el atletismo o hasta puede que en el proceloso mundo de la literatura. Porque si en algo nos ganan ahora a nosotros es en lo de leer. Y no me extraña.

Cuando recuerdo el instituto y pienso en los tochos que nos hicieron tragarnos, me pregunto cómo es posible que hayamos vuelto a leer algo en nuestra vida. Me gustaría conocer a quien diseñó aquellos programas de estudios que consideraban que ‘La Regenta’ era un libro adecuado para alguien de quince años y ‘El Quijote’ para uno de trece. Es un gusto ver que eso evolucionó y ahora leen cosas bastante más interesantes. Aunque por otro lado lo digo con la perspectiva de un cuarentón. Habría que preguntarles a ellos. A lo mejor también lo que les toca ahora les parece un rollo, porque a esas edades es bastante habitual que todo te parezca un rollo.

Así en general, lo que me parece que nos diferencia más a la chavalada de entonces de la de ahora es el tema de la colectividad, aunque tampoco estoy nada seguro de ello. Creo que éramos más gremiales, pero seguramente porque no nos quedaba otro remedio. La mitad de mis amigos no tuvieron teléfono hasta bien avanzada nuestra adolescencia, así que si querías algo había que ir a su casa a pata, tocar el interfono y decir a su madre aquello de «¿puede bajar fulano?». Ése era otro momento crítico, porque a más de uno nos dejaron como fuimos y no quedó otra que probar en otro portal o volver a casa descolocado porque te acababan de desbaratar los planes.

Hoy eso no pasa ni de coña. Antes de quedar con alguien la gente se cruza un mínimo de cinco o seis whatsapps y muchas veces no pueden bajar porque están acabando una partida on line.

Y que nada de esto suene a viejo cascarrabias, porque ya me gustaría pillar a mí ahora los quince, aunque tuviera que volver a leerme La Regenta.

EL GUSTO ♦ Ver a quien se sale de la línea oficial de un partido político

ENCARNAMOS EN el alcalde de Barreiros, Alfonso Fuente, una postura que están tomando muchos concejales del Partido Popular, que es la de oponerse a la reforma de la ley del aborto que está proponiendo el ministro Alberto Ruiz Gallardón, de su propio partido. Lo cierto es que ver disensiones así tendría que ser la cosa más normal, pero para qué engañarse, son una auténtica excepción. Normalmente, las instrucciones se siguen a pies juntillas, así que hay que agradecer que, al menos en un tema así, se atrevan a saltarse la línea oficial. Aunque tengan libertad de voto.

EL DISGUSTO ♦ La falsa alarma de la ampliación de los juzgados de Viveiro

ESTA SEMANA muchos contuvieron la respiración porque parecía que por fin se iba a anunciar la ampliación de los juzgados de Viveiro. Pero la consellería que dirige Alfonso Rueda no dio esa alegría que esperan, sobre todo, los funcionarios que trabajan allí, pero también muchos ciudadanos que sospechan que eso reduciría las listas de espera. Por lo menos, sí que anunciaron algunas obras de mejora, pero lo cierto es que necesitan un buen empujón porque los retrasos allí existen y los expedientes se van acumulando. Otra vez será, pero lo peor es que, de momento, no se sabe cuándo.

Comentarios