La colección Alvaro Gil

TRES NIETOS DE Álvaro Gil se llevaron ayer del Museo Provincial de Lugo la colección que su abuelo había depositado allí hace cuarenta años. Es una mala noticia para el Museo y para Lugo, aunque este desenlace fuese previsible en el proceso negociador último y por los pleitos que lo precedieron. El desencuentro entre los herederos del empresario y mecenas lucense Álvaro Gil y la Diputación vienen de atrás, 14 años de pleitos. Las piezas de orfebrería áurea castreña forman parte de la identidad del Museo. Más que buscar responsabilidades que llevaron a este desenlace, que las habrá por ambas partes en este largo proceso, lo importante ahora será restablecer las vías de negociación que permitan el retorno a Lugo de esa colección. Probablemente el destino lucense coincidirá más con la voluntad del empresario galleguista, que las situó en el Museo, que con el viaje que ayer emprendieron a una cámara acorazada en Madrid.

REMUNERAR EL ESFUERZO

La apuesta por primar el esfuerzo del personal sanitario ha de enmarcarse en un objetivo de eficiencia, y hasta de justicia. Las privatizaciones las justifican por la falta de eficiencia. El objetivo de asegurar la sanidad pública no se contrapone, todo lo contrario, con la eficiencia en su gestión. Frente al inmovilismo y el rechazo a cualquier modificación en la concepción de la situación laboral del personal de los servicios públicos, será la gestión eficiente de los recursos, que incluye primar el esfuerzo y los resultados, la que asegure la pervivencia como pública de la sanidad. Plantear el rechazo a las reformas en los servicios públicos con supuestos máximos, ideológicos, que no figuran en esas reformas no contribuye a la solución. Privatizar es algo bien diferente a gestionar con criterio eficiente lo público.

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