«La cocina monacal es como la de una familia, pero con unas reglas»

conocida por todos como sor Paquita, la cocinera del monasterio samonense conserva a sus 55 años la misma alegría con la que llegó al internado de la abadía siendo sólo una niña. De carácter afable, esta monja entusiasta -la más joven de las cuatro que forman la comunidad de Samos- habla y se mueve con igual vitalidad y buen humor con los que dirige los fogones del cenobio.

¿En qué momento se inició en las labores propias de la cocina?
Por la cocina pasamos todas las hermanas. Primero con turnos de dos una semana y otras dos otra semana. Pero cuando fueron enfermando las otras hermanas y ya no podían, se trajo ayuda de fuera. Yo soy la responsable de la cocina, pero ellas siguen ayudando, aunque son mayores.

¿Dónde aprendió usted a cocinar?
Un tío mío me comentó que mi bisabuelo era cocinero. Pero en mi caso todo fue con la práctica. La práctica hace maestros.

¿Cuáles son las características de la cocina monacal de Samos?
Comida normal, sencilla, prácticamente como la de una familia, pero guardando unas reglas. Por ejemplo, durante el año los viernes no comemos carne y en Cuaresma tampoco comemos carne los miércoles. Esto es como una familia, pero en grande.

¿Para cuántas personas preparan comida cada día?
Sobre 25 más o menos: trece monjes, más los huéspedes, cuatro monjas, dos hospitaleros...

¿Existe alguna receta específica del monasterio?
Hay una sopa que llamamos consomé. Es un plato muy típico de aquí. Lleva una mezcla de tapioca, jamón, pollo, huevos... y eso habitualmente no se conoce. Aquí hubo un monje que era muy buen cocinero y muchas de las cosas nos las fue enseñando él. Esa receta posiblemente la trajera de fuera.

La elaboración de postres caseros está muy asociada a las religiosas. ¿Es también el caso de las monjas benedictinas de Samos?
Aquí hacemos membrillo casero y pastas, pero no para comercializar, sólo para los de casa, para regalar o algún compromiso.

¿Se han planteado en alguna ocasión elaborar pastas para vender?
Es que somos muy poca gente. Además, eso habría que industrializarlo. Lo nuestro es todo a mano, amasar a mano, rodillo a mano, huevos de casa...

¿Dónde obtienen las materias primas que utilizan en su cocina?
Utilizamos productos que nosotros cultivamos. También hay gallinas para huevos y vacas para leche en una finca en Viladetrés. La carne la compramos en el pueblo de Samos y es buenísima.

Pese al incendio que sufrió el monasterio en 1951, ¿se conservan utensilios de la cocina antigua?
Hay cosas de antes del incendio, como un molinillo que no creo que tenga menos de 80 o 90 años. Tras el incendio se compraron vajillas de Santa Clara que también se conservan, al igual que otra que le regalaron al abad Mauro. La maquinaria se conserva toda la que compraron después. Utilizamos una máquina muy antigua, que igual hace puré que corta patatas, sirve para todo. Tiene más de 45 años. Eso ya es de museo, pero como se cuida se conserva bien.

La Academia Galega de Gastronomía y la comunidad benedictina de Samos crearán en la abadía el primer museo sobre artes culinarias. ¿Cómo valora la iniciativa?
Me parece positiva, hay interés y un lugar adecuado. Además hace falta restaurar lo que era la cocina de antes -yo ya no la conocí como cocina, sino como horno-, que está en malas condiciones.

Los hosteleros de la comarca le concedieron un premio por su dedicación gastronómica. ¿Qué supone para usted esta distinción?
Fue una sorpresa, que yo no me esperaba ni sabía nada. Quedé encantada y doy las gracias a todos los organizadores, pero el premio es compartido porque en la cocina hemos estado todas. Me lo dieron a mí, pero es para todas.

Trayectoria

¿Cuántos años lleva la comunidad benedictina de monjas en Samos?
47 años. Hubo un momento en que tuvimos las dos casas, en Lugo y en Samos, pero luego hubo que dejar una y se cerró la de Lugo.

¿Qué relación existe entre la regla benedictina y la gastronomía?
San Benito le daba importancia a la cocina y a todo el trabajo. Su lema era ‘Ora et labora’, las dos cosas unidas. La regla de San Benito dice que todos pasen por la cocina, para saber lo que cuesta hacerlo.

¿Cuándo llegó usted a Samos?
Hace 41 años. Soy de la provincia de Zamora, de San Pedro de Ceque, y vine de niña con otras chicas de mi pueblo porque aquí había colegio e internado y veníamos a estudiar. Éramos cinco por lo menos y sólo me quedé yo. Ésta es ya como mi casa y mi familia.

¿Cómo es su relación con la localidad y el resto del vecindario?
Me gusta Samos y con los vecinos muy bien. Me gusta mucho pasear. Me voy a las aldeas, a visitar y pasar un ratico los domingos con las personas mayores. Es una manera de ayudarnos unos a otros.

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