La ciencia tiene nombre de mujer

HACE YA más de un siglo que se eliminaron las últimas barreras que impedían a la mujer el acceso a los estudios universitarios. Su llegada al ámbito de las ciencias, la tecnología y la investigación ha sido más lenta, tal vez por el peso secular de la supuesta inferioridad intelectual.

El siglo XX nos abrió las puertas a los estudios superiores y el recorrido desde entonces ha sido enorme. Actualmente más del 60% de las personas tituladas de las universidades en España son mujeres. Sin embargo, la existencia de un imaginario techo de cristal impide aún que ellas accedan en igualdad de condiciones a los puestos de máxima responsabilidad en el mundo científico y tecnológico. Las cifras hablan por sí solas: en Galicia el 61% de directores de grupos de investigación son hombres mientras que el 62% de los becarios son mujeres. Capaces y brillantes, con los mismos niveles educativos -en algunos casos superiores- se concentran en los estamentos inferiores de la escala laboral y tienen dificultades para alcanzar puestos más cualificados y mejor pagados que ellos. Es el denominado efecto tijera: la presencia de las mujeres se va perdiendo en los niveles de mayor responsabilidad.

Además, el peso cultural e histórico hace que nuestro papel sea casi inexistente en ciertas ramas. Es el caso de las ingenierías en Galicia, donde solo una de cada diez estudiantes opta por este tipo de estudios, a pesar de que desde hace ya mucho tiempo sabemos que son las carreras con mayor salida laboral y mejor retribuidas. El 26% de los hombres del mundo científico y tecnológico percibe más de 2.500 euros mensuales y solo un 15,5% de las mujeres alcanza esa cifra. Y en las franjas más bajas en materia de salarios en este sector, el 11% de las mujeres recibe menos de 900 euros al mes, frente a un 5% de los hombres.

Todos estos elementos nos llevan a resaltar la importancia de reconocer el trabajo de las científicas e investigadoras y poner todos los medios para corregir los desequilibrios existentes. Ese es el objetivo de la Unidade da Muller e Ciencia de la Xunta de Galicia. El premio María Josefa Wonenburger que cada año otorga esta entidad y que se entrega hoy pretende destacar las trayectorias de las mujeres más relevantes del sector. Este año el galardón, que ya cumple su cuarta edición, recae en la catedrática de Farmacia y Tecnología Farmacéutica María José Alonso. Esta investigadora de la USC ha sido pionera en la nanotecnología aplicada a la biomedicina. Vacunas contra la hepatitis B, la investigación de una vacuna antitetánica de una sola dosis y grupos de investigación contra el cáncer son algunos de los proyectos en los que esta catedrática, investigadora y científica desarrolla su trabajo. Al otorgarle este premio se reconoce su labor personal, pero también se impulsa y estimula a toda la comunidad científica femenina. Y con ella a todas las mujeres que en la sombra trabajan para derribar las últimas barreras para una igualdad plena.

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