La cercanía lejana


DOS COSAS distinguen a los españoles cuando salen de su país: su inconfundible (y sonora) predisposición para hablar a gritos y su escaso, por no decir nulo, dominio de otros idiomas. En relación a esto último, hay otra característica propia que se pone de manifiesto especialmente con los países lusófonos: nuestro convencimiento de que resulta muy fácil entenderse con alguien que habla portugués. Mentira. Cada vez que escucho este lugar común, viene a mi memoria cierta tarde en el Rossio en que un lisboeta y yo acabamos hablando en inglés porque descubrimos que era la mejor forma de entendernos.

Eso de viajar está muy bien. Te hace darte cuenta de lo insignificante que es el mundo que te rodea y de que lo que uno sabe del lugar al que llega nunca es suficiente. Así te pueden pasar cosas como arribar a Salvador de Bahía y oír a un compañero de viaje preguntar si se puede hacer una excursión a Río de Janeiro. La representante de la mayorista con que viajáis replica que la distancia entre las dos ciudades brasileñas es tanta como la que existe entre Pedrafita do Cebreiro y Bruselas. Pero lo dice con cara de aburrimiento, muestra de que algún otro españolito sabidillo ha hecho esa pregunta antes.

Con los portugueses, a mí siempre me queda la sensación de que ellos nos entienden mejor que nosotros a ellos, lo que te hace sentirte como un perfecto imbécil maleducado, y hace recordar algún propósito de cada comienzo de año, de ésos que siempre se incumplen. Sí, ése de "Tengo que apuntarme en la escuela de Idiomas".

Hasta las administraciones se dan cuenta de esta deficiencia tan española. Estos días, leo en estas mismas páginas que los nuevos informadores turísticos del Ayuntamiento de Lugo deberán conocer al menos dos idiomas extranjeros. ¡Y yo que pensaba que eso tenía que ser lo mínimo! Eso me recuerda que en los hoteles caribeños al personal se le dan más atribuciones (y mejores sueldos) cuantos más idiomas se atrevan a, ya no digo dominar, sino chapurrear.

En el hotel de Brasil en el que acabamos de pasar una semana, a los españoles no nos hablaban en perfecto castellano, sino en ‘argentino’: el adverbio aquí desaparece a manos del acá. Y Galicia era medianamente conocida ("aquí, los gallegos son los que tienen las panaderías y las funerarias, dos negocios con poco futuro", ironizaba un guía), pero Lugo ya les sonaba menos ("¿Está cerca de Madrid?", nos preguntaron en una tienda).

Estos días, el colega Luis Menéndez presentaba en la capital lucense la serie documental Terras de acolá, sobre esos países lusófonos que, presuntamente, tan próximos nos son. Y a nuestros políticos se les llena la boca hablando de acercamientos a las áreas lusófonas (cuando no se embarcan en viajes a zonas exóticas, como China, que ni siquiera comparten las líneas básicas del idioma o la escritura). Pero ni tanto ni tan calvo. Con portugueses, brasileños (y caboverdianos) nos ocurre casi lo mismo que con los castellanoleoneses: siendo tan próximos, el desconocimiento mutuo es abismal.

Por poner un ejemplo, por aquí aún pensamos que el rey de la música brasileña es aquel Carlinhos Brown que arrasó en el San Froilán de 2004, cuando lo cierto es que a este bahiano le ha sucedido en el trono otra bahiana, una Ivete Sangalo que empieza ahora a ser conocida en España. O sea, que no estamos tan cerca como creemos, aunque, en este mundo cada día más homogéneo, por suerte, no todo está tan lejos como podríamos temer.


EDUCACIÓN ♦ Diez años de provisionalidad
Cuando Celso Currás y su equipo implantaron el actual mapa de la ESO, ya avisaron de su transitoriedad. Pero tal provisionalidad ha durado nada menos que diez años. Aquel mapa tenía muchas compensaciones, para acallar protestas, en algún caso bordeando la filosofía de la ESO. Ahora, aquella polémica mal zanjada resurge. Era previsible.

APARCAMIENTOS ♦ La regulación más protestada
Siempre que se habla de ampliar el territorio ORA en alguna ciudad, uno se acaba preguntando por el sentido del impuesto. Vale que un Ayuntamiento cobre tasas por llevarte el agua a casa, pero no está muy claro qué prestación se cobra con la ORA. Porque si se trata de impedir que se acaparen las plazas de aparcamiento, la ordenanza está lejos de conseguirlo.

LA CIFRA  ♦ 40%
Si los montes comunales son una figura tan antigua, ¿cómo es posible que nada menos que el 40% de los de Lugo tengan  todavía lindes erróneos?


RUIDO BLANCO PARA LLAMAR LA ATENCIÓN. Mi abuela materna se hubiera rasgado las vestiduras ante una imagen como ésta: "Tantos pobres como hai polo mundo, e estes póñense a estrar o leite", diría. Pero está claro que las reivindicaciones de mejoras, sean laborales, ganaderas o de cualquier otro tipo, tienen más impacto y, por tanto, son más escuchadas cuando y cuanto más ruido hacen. Estos días, los ganaderos disconformes con el precio de la leche y los trabajadores críticos con los despidos de Ingemarga están poniendo en práctica en todo Lugo ese viejo principio. (Foto: Xesús Ponte)

PINCELADAS
VINO. Es curioso ver a María José Rubio retomando las restricciones al vino que Salgado renunció a imponer en su día.


 

♦ DIPUTACIÓN. Ya casi es tradición que sólo se hable sobre la ‘operación Muralla’ cuando se presenta la memoria anual de la Fiscalía de Lugo.

♦ SÍMBOLOS. ¿No es casi una chorrada tener que legalizar los símbolos de un Ayuntamiento cada equis tiempo?


O RECORTE ♦ DecoraciónEl Progreso, 11 de abril de 2008, páxina 17
Agora resulta que é delito roubar sinais de tráfico. Meu Deus, co ben que quedan no salonciño da casa, ou na habitación do pequeno (si, ese que ten trinta anos e non damos casado), ou no xardín da casa, que son un motivo decorativo como poucos. Non me digan que non é chic ter un sinal de dirección prohibida diante da entrada ás cortes, unha de hospital onde está a caixa das menciñas ou un ceda o paso na porta da rúa. E cando enferruxen, tíranse sen problema, que na estrada de diante da casa hai máis. Total, despois bótanlle a culpa ao alcalde.

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