La CEG afronta el reto de refundarse para atender las necesidades empresariales

Moure toma las riendas de una patronal gallega dividida internamente
Diéter Moure y Pérez Canal se saludan, este lunes en Santiago de Compostela
photo_camera Diéter Moure y Pérez Canal se saludan, este lunes en Santiago de Compostela

Capacidad de diálogo y mucha mano izquierda son las dos armas de las que tendrá que echar mano el nuevo presidente de la Confederación de Empresarios de Galicia (CEG), Antonio Dieter Moure Areán, que encara un mandato de cuatro años que se vislumbra convulso.

Por delante tiene el desafío de aplacar las luchas intestinas y centrarse en representar los intereses de las pequeñas y medianas empresas a las que aglutina la patronal. La travesía al mando de un buque que lleva unos 35 años a flote promete ser tormentosa, aunque sus partidarios auguran que habrá "tregua", al menos "por un tempo", y descartan que se impugne la votación que le otorgó la victoria frente al industrial del aceite José Manuel Pérez Canal por un estrecho margen de diez votos.

Desde el minuto uno tras las elecciones, el viernes comenzaron a disparar dardos en contra de este profesor, fundador de un centro privado de FP y aún presidente de la Asociación de Empresas de Formación de Ourense. Poco o nada parecen haber calado sus insistentes llamadas a la concordia y a aparcar "los egos y personalismos". Además de culparle de "copiar" su programa electoral, Pérez Canal –que cuenta con ser vicepresidente de la CEG al menos hasta que expire su mandato al frente de la patronal ourensana en abril de 2017– dejó entrever que seguirá su gestión con lupa.

Sin ambages, el secretario general de la confederación lucense, Jaime López, se encargó de dejar patente que se ensancha la eterna brecha que separa el empresariado de las provincias del interior, relegado a un papel secundario dentro de la organización frente a Vigo y, sobre todo, A Coruña, el feudo del constructor Antonio Fontenla, artífice, junto a las sectoriales de la victoria de Moure. "Los empresarios de Lugo felicitan al candidato de Fontenla, que ha resultado vencedor; supone un regreso al pasado de la organización, aunque confiamos en que el nuevo presidente sepa recomponer la unidad", espetó, muy descontento con el sistema que propició que hasta 40 vocales de la confederación coruñesa y de sectoriales delegasen su voto en el presidente de la CEC.

MALA IMAGEN. Fruto de estas batallas, la imagen pública de la patronal gallega ha deturpado. "Está muy alejada del mundo y del discurso de la empresa", constata Venancio Salcines, presidente de la Escuela de Finanzas de A Coruña. Recalca que, además de "escandalosa", la de parálisis vivida desde julio de 2014 con José Manuel Fernández Alvariño ha acentuado la existencia de "una Galicia empresarial eficiente e innovadora que es fuerte con otra que vive alrededor de la CEG". Con un presupuesto dependiente en exceso de las subvenciones de la Xunta para cubrir gastos de funcionamiento, tareas de representación institucional y la organización de cursos, Salcines ve a la patronal más pendiente del DOG que de las inquietudes de los emprendedores.

Esta crítica la deslizan incluso cargos de la propia CEG, que admiten que "perdeu peso institucional por dedicarse a labores funcionariais" y que lamentan que "non se representen os intereses" de las cuatro provincias por igual.

LOS ORÍGENES. La fragmentación territorial queda patente en que hasta el momento la CEG solo ha tenido un presidente lucense. Se trata de Alvaro Rodríguez Eiras, artífice del Grupo Aresa y exalcalde de Meira, que fue, además, uno de los fundadores de la organización, que dirigió entre 1981 y 1982, fijando su primera sede en Lugo. En los primeros compases de la democracia y el sistema autonómico –en 1981 se constituyó el Parlamento de Galicia–, el objetivo era dotar al empresariado gallego de una representación para impulsar el diálogo social y prestigiar su figura. Aquella primera CEG puso en marcha con 100 millones de pesetas una campaña para promover la participación en los primeros comicios autonómicos, llamando a votar a partidos no marxistas a través de la defensa a ultranza de la libertad de empresa.

En aquellos años, las provinciales aparcaron de forma transitoria la lucha localista entre A Coruña y Vigo y acordaron que el sucesor de Rodríguez Eiras fuese el ourensano Emilio Pérez Nieto, presidente del grupo de automoción Pérez Rumbao, que pilotó la organización los dos años siguientes.

En mayo de 1984 tomaría su relevo el coruñés José Pablo Rodríguez-Mantiñán, cuyo mandato se prolongó hasta 1990, cuando presentó su dimisión. En su época se promovió el asociacionismo del empresariado por el mundo.

IRREGULARIDADES. Su sucesor fue el polémico Antonio Ramilo (Vigo), quien dejó la CEG en el año 2000 ante las irregularidades detectadas, que se plasmaron en un agujero de 6,3 millones de euros y procesos judiciales por desviar fondos públicos destinados a cursos de formación. Fallecido en 2006, este empresario del granito desarrolló una intensa trayectoria, que le llevó a ser alcalde de Vigo en los 70, senador, procurador y presidente de la Caja de Ahorros de Vigo. Pese a que han pasado 16 años, las secuelas de su gestión contable aún perduran en forma de deudas con Hacienda. "Aínda estamos niso", reconoce Antonio Dieter Moure.

Con vocación de recomponer la institución y hacer limpieza, Fontenla tomó las riendas en marzo de 2001, denunciando a los gestores anteriores, aunque la investigación lleva años paralizada en los juzgados. La presidencia del constructor, que duró 12 años, fue para muchos el periodo de "mayor tranquilidad y sosiego" en la confederación. Su etapa arrancó marcada por la grave crisis financiera en la que se encontraba inmersa la organización y por el deterioro de su imagen.

Después de tres mandatos, Fontenla renunció a concurrir a las elecciones que en julio de 2013 dejaron el timón al abogado vigués José Manuel Fernández Alvariño, quien cuestionó el superávit que arrojaron las últimas cuentas de su antecesor, al que no logró imponerse en los comicios de 2005 y 2009. Su atribulado mandato se truncó el pasado noviembre tras destaparse que contrató servicios como el coche oficial, el chófer o la póliza de la sede de la CEG con empresas de su holding. El cisma se vio agravado por la pérdida paulatina de los apoyos de las patronales de Lugo, Pontevedra y Ourense –que le auparon a la presidencia– lo que le impidió aprobar las cuentas de 2014 y 2015, una herencia con la que Moure inicia su andadura.

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