La casualidad y el Vagabundo

Un anuncio en internet llevó al criador equino catalán Toni Durán a comprar una finca en la localidad chairega, donde ha instalado su centro de operaciones para cumplir su sueño de criar un ejemplar campeón que pueda suceder a la actual estrella de su yeguada, Vagabundo, recién proclamado campeón de Europa
Arriba, Vagabundo. A la izquierda, yeguas en Muimenta, y a la derecha, Durán con un semental
photo_camera Arriba, Vagabundo. A la izquierda, yeguas en Muimenta, y a la derecha, Durán con un semental

Muimenta tiene desde el 8 de enero siete nuevos vecinos, y nadie mejor que el propio protagonista de la historia para relatar por qué una familia catalana termina viviendo en una pequeña localidad lucense: «Llevo toda la vida dedicándome a la compra y venta de caballos. Tenía en mente montar un centro de cría dentro de unos años, pero con todo el tema de la crisis decidí adelantarlo. Estaba buscando por internet una finca en Barcelona y sin querer me saltó un anuncio de unas tierras en Lugo». El resto es historia.

«Era mucho más barato, y la verdad es que en Barcelona no puedes encontrar una extensión y unos prados así», explica Durán, ya adaptado al cambio de escenario. «Los primeros meses fueron duros. ¡Aquí llueve siempre! Aunque he de reconocer que me adapto a cualquier sitio. De hecho, hace tiempo estaba preparando una finca en México para irme para allí, pero me surgieron unos problemas con el Ayuntamiento y ahora aquí estoy», comenta.

Actualmente, tiene cinco sementales y once yeguas en las instalaciones de Muimenta, aunque la joya de la corona -y responsable directo del futuro de la Yeguada Durán- se encuentra entrenando en Cataluña. Vagabundo es todo un fuera de serie, ha logrado varios campeonatos y su material genético está repartido por todas las hembras preñadas.

«La idea es construir a partir de los hijos de Vagabundo», asegura Durán. Y no es para menos. El caballo es un ejemplar único, que se proclamó recientemente campeón de Europa del Concurso Morfológico de Caballos de Pura Raza Española (PRE), celebrado hace algunas semanas en la capital del Turia. Se impuso a más de 40 caballos en su sección y a los 500 ejemplares que participaron en el certamen, números que sirven como referencia para comprender la magnitud del logro conseguido por Vagabundo, que parece no tener techo.

«Por edad, el caballo español alcanza su plenitud a los ocho años. Vagabundo tiene todavía cinco, pero ya nos comimos a todos los demás», explica Durán, que tiene la mente puesta en el Campeonato del Mundo, que será en Sevilla.

Uno de los rivales a batir en el certamen sevillano será el futbolista del Real Madrid Sergio Ramos, que desde hace algún tiempo se ha destapado como un criador de caballos de élite. «Ramos viene fortísimo», asegura Durán, que añade orgulloso «pero Vagabundo ya le ha ganado a sus caballos».

Crear un campeón no es solo cuestión de genética. El trabajo con los animales requiere un gran esfuerzo diario, como explica su criador. «Parece sencillo, pero que un caballo esté bien musculado y bello no se logra de un día para otro. Es necesario trabajar todos los días con él, cuidarlo, ducharlo, bañarlo, acondicionarlo... Hacen falta un sinfín de detalles que pueden parecer poca cosa, pero hay que recordar que esto no deja de ser un concurso de belleza y todos estos elementos suman».

Ese es el motivo de que Vagabundo no se haya venido a vivir a Galicia. «Si lo hubiese traído tendría que pagarle a alguien aquí para que lo entrenara. Allá está haciéndolo alguien de confianza como Juan Lecina, que tiene varios campeonatos de España de doma y además es juez», comenta.

La esperanza de Durán, más allá de que su estrella continúe cosechando éxitos en sus próximos compromisos, es la de encontrar en casa algún relevo de altura para el pura raza. «Los caballos que tengo hasta ahora han sido comprados, espero ganar algún día con un caballo criado por mí», dice.

Los mimbres para ello, al menos, parecen fuertes, y los descendientes de Vagabundo crecerán sobre el verde de Muimenta, un enclave inmejorable para repetir los hitos de su padre, cuyas melenas blancas aguardan impacientes el momento de volver a imponerse a todo el que se le ponga por delante.

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