Diego Bellón: ''La calidad humana de los jeques es enorme''

Diego Bellón, en el desierto con camellos.
photo_camera Diego Bellón, en el desierto con camellos.

Su buena mano con los caballos ha llevado a Diego Bellón a residir en el corazón de la corte dubaití. Desde hace un año forma parte del equipo que entrena y cuida los corceles del jeque que gobierna el emirato. Un mundo de lujo que Diego aprovecha a tope.


DIEGO BELLÓN vive en Dubai un sueño hecho realidad que ya dura un año. Natural de Conturiz, estudió en el colegio de Nadela y pasó luego por el seminario, el IES Lucus Augusti y As Mercedes, pero no encontró su vocación en los libros, sino en los caballos. En septiembre del año pasado se trasladó a Dubai, cuando lo contrató el jeque dubaití Mohamed Bin Rashid Al Maktoum para entrenar equinos en una de sus cuadras, y allí sigue desde entonces, con la intención de seguir mientras pueda aprender más de un oficio que le apasiona.

Diego ya trabajaba en Cataluña antes de poner rumbo a los Emiratos, así que el paso no fue tan duro, aunque la separación con su madre les costó a los dos especialmente. «Siempre ha habido un feeling especial con ella», dice.

Sus amigos y su familia lo conocen bien y entendieron que se fuera porque «comprenden lo que es esto: cumplir un sueño», dice. Desde Dubai, intenta ayudar a sus amigos a cumplir los suyos, que en gran parte son coincidentes. «Están cursando veterinaria y completar el sueño sería que ellos fueran los veterinarios de las cuadras más importantes del mundo».

Aunque su residencia está fijada en Dubai, su trabajo lo lleva a viajar por todo el mundo. El verano pasado estuvo en Kentucky (Estados Unidos) para participar en el Mundial de deportes ecuestres, donde su equipo copó el podium individual y el oro por naciones para los Emiratos Árabes. Diego está tan contento con su trabajo que no descarta cambiar de país, pero nunca de equipo. «Ni de jefe, porque me tratan genial, me han dado infinitas oportunidades y les debo mucho», apunta.

En Dubai su vida se centra en el trabajo. «Intento aprender todo lo que se puede, así que la mayor parte del tiempo lo pasamos entre dunas y llanuras desérticas, como auténticos beduinos», cuenta. Asegura que esta experiencia le ha enseñado mucho: a convivir con gente de culturas muy diferentes y a adaptarse a todo. Debe de ser por ello que, a pesar de criarse en el fresco y húmedo clima lucense, se ha adaptado perfectamente al desierto, donde pasa mucho tiempo. «Por la mañana entrenamos durante cinco o seis horas, descansamos y comemos, y por la tarde volvemos otras tres o cuatro», explica. El desierto se ha convertido en su rincón favorito y asegura que un paseo por él «es una sensación incomparable». Acostumbra a «perderse entre las dunas» cuando necesita tranquilidad. «No veas qué paz», evoca.

La vida de Diego gira en torno a los caballos. Vive en una casa dentro del mismo recinto donde están los establos, así que es como si trabajara 24 horas al día. «Desde mi ventana puedo ver todos los caballos», explica, y tiene que salir al galope si algo va mal, si surgen imprevistos como algún animal con cólicos o golpes de calor.

Diego comparte vivienda con algunos de sus compañeros. Tienen un cocinero y personal de limpieza para que no tengan que preocuparse de nada y se dediquen exclusivamente a los animales. Los fines de semana de invierno viajan sin parar. «Cada fin de semana tenemos una carrera». Van a Abhu Dhabi, a una hora y media por carretera, o a Barhein, a dos horas de avión. Los desplazamientos conllevan hospedarse en hoteles de lujo, uno de los aspectos que más está disfrutando Diego. «Nunca podré repetir lo que hago aquí», asegura. Cosas como volar en primera clase o asistir a eventos como la inauguración del Burj Kalifa, el edificio más gran del mundo, cuya apertura vio en primera fila. «Fue impresionante ver salir fuegos artificiales de un edificio de 800 metros de alto», cuenta. También las carreras son un espectáculo de glamour. La Dubai World Cup, por ejemplo, es en un oasis de palmeras.

Diego ha entrado en relación con los jeques y dice que «su calidad humana es enorme», aunque él sabe bien dónde está su sitio, matiza. Los árabes «son gente excepcional, muy acogedores» y la prueba es, apostilla, que es uno de los países «con mayor variedad de nacionalidades dentro de su población». En este batiburrillo, el inglés es lengua franca y Diego lo ha mejorado muchísimo. «Ahora puedo ver películas en versión original sin problema», indica. De árabe conoce algo, pero sólo palabras relacionadas con los caballos, su vida.

MODOS DE VIDA
''Las noches de fiesta aquí son infinitas''

Diego Bellón se encontró con un país muy diferente al que esperaba en algunos aspectos, por ejemplo en el consumo de alcohol y las fiestas. «Cuando llegué venía con la idea de que el país era muy estricto en estos temas», reconoce. Sin embargo, se encontró con «noches de fiesta infinitas. Hay pubs en toda la ciudad, y con diseños increíbles en la playa. Simulan estar en mitad del desierto, o tienen estilo futurista» y en todos ellos, apunta, se puede beber alcohol. «Hay hasta pubs irlandeses donde nos cansamos de beber cerveza», añade. Lo que sí está prohibido son las apuestas.

Lujo

Diego recomienda la visita al país, pero pone por delante que es caro. «No hay tiempo de aburrirse, pero se gasta mucho dinero». Aparte del edificio más grande del mundo o el hotel más lujoso, él recomienda comer en un famoso restaurante giratorio, ubicado en un 17º piso. «Puedes ver el mar a un lado, los rascacielos y hasta el desierto. No tiene precio», dice. En el terreno comercial, allí están los centros más grandes del mundo o el ‘mercado del oro’, «el puerto donde entra la mayoría de mercancías para India y Pakistán». Y cómo no, el desierto, o los constantes eventos internacionales: Fórmula 1, tenis o conciertos de primera. «Aquí he visto a Santana o a Elton John», cuenta Diego.

Precios 

Dubai es barato en elementos de electrónica, pero la «vivienda es muy cara, al igual que el agua, más cara que la Coca-Cola», dice Diego. Sin embargo, los nacionales se construyen sus mansiones sin necesidad de pagar el suelo, ya que se lo cede el Estado, cuenta. También el metro es gratis. En cuanto a servicios, la noche en un hotel de lujo puede costar de 200 o 300 euros en adelante; y una cena en un restaurante de alto estanding, unos 100 euros el plato

Sanidad y educación son privadas y, según cuenta Diego, en el emirato se han asentado sedes de los mejores colegios y universidades internacionales. La gente es muy culta, describe, «y el fracaso escolar no existe aquí».

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