Jugando al gato y al ratón con los investigadores en casa de Liñares

Chalé de Liñares. (Foto: AEP)
photo_camera Chalé de Liñares. (Foto: AEP)

Reguera estaba convencido de que lo investigaban, sobre todo desde que en febrero de 2012 su abogado le dijo que de la operación Carioca se habían separado piezas que estaban declaradas secretas. Pero unos meses antes también exhibía una «enorme» cautela. No hablaba por teléfono o lo hacía solo para quedar y cuando había que repartir los sobornos que llegaban de Madrid desplegaba una operación casi detectivesca.

Los informes de Aduanas que obran en la causa describen «estratagemas preconcebidas» como mentir sobre los lugares de reunión o simular por teléfono que ambos (él y Liñares) estaban en lugares diferentes. Estos repartos solían producirse en uno de los domicilios del exconcejal, en la calle Conde o en la carretera vieja de Santiago, pero sobre todo en este último. Al ser un lugar abierto directamente a la calle, ambos implicados usaban «medidas de contravigilancia» o «utilizaban intermediarios» para quedar sin ser descubiertos.

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