Jueves Santo

EL PASADO jueves he participado en Málaga, en la misa de la cena del Señor que tuvo lugar en la Santa Iglesia Catedral. Presidió la celebración el Arzobispo emérito de Pamplona y Obispo igualmente emérito de Tudela don Fernando Sebastián. Y ello no aconteció porque el Prelado malacitano monseñor Jesús Catalá estuviera ausente o enfermo. No, el Obispo de la Diócesis estaba allí, concelebró y protagonizó el lavatorio de los pies, que en la celebración litúrgica del Jueves Santo tiene lugar.

Cuento esto porque al observarlo me planteé lo que significa que en una festividad tan señalada para los católicos, alguien que como Obispo de la Diócesis está llamado a presidir el acto litúrgico, ceda esa preeminencia a otra persona, aunque sea también un miembro del orden episcopal.
 
Claro que si la vida de la Iglesia se desarrolla de verdad presidida por la caridad, nada tendría que extrañar. Pero, no por eso es menos subrayable el acontecimiento al que hago referencia. 
 
El Jueves Santo está en la vida eclesial señalado como la jornada de la caridad, por eso hago hincapié en ello, y por ello me parece un gesto realmente significativo el acto de humildad del prelado malagueño.
 
Es verdad que monseñor Sebastián es un notable orador y un sacerdote y obispo admirable, pero eso no hubiera determinado en todos los casos que el Obispo residencial le cediera la cátedra episcopal nada menos que en la celebración del Jueves Santo, cuando se conmemora la institución de la eucaristía y la fundación de la esencia de lo que conocemos como Iglesia. 
 
Por tal motivo el acontecimiento narrado llamó mi atención, y me hizo reflexionar sobre la falta de humildad y autocrítica de tanto protagonista fatuo, entre los muchos que nada o poco tienen que decir, que jamás, si la pueden ocupar, cederían su tribuna a nadie. Y menos aun a algún protagonista de los que puedan haber significado algo en el pasado, especialmente, si se tratara de alguien brillante y con un sólido expediente en su vida pública.
 
El Jueves Santo en Málaga gracias a la decisión de su Obispo, brindó a los que acudimos al oficio de esa festividad en la Catedral muchas cosas. Nos dió oportunidad de escuchar al Arzobispo Sebastián que pronunció una homilía muy sencilla pero grande, apegada a la idea de la caridad. Y nos permitió ser testigos de la humildad del prelado malagueño. Que gesto tan bonito en día tan señalado.
 
Todo en el marco de esa festividad maravillosa de la liturgia cristiana que se resume en la letra del canto eucarístico: «Donde hay caridad y amor, allí esta Dios». Esa es la esperanza de muchos, y la mía.

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