Jo, qué noche

Bono me recomendó un injerto capilar. Acabaré haciéndole caso.
photo_camera Bono me recomendó un injerto capilar. Acabaré haciéndole caso.

HACE justo una semana el ministro de economía Luis de Guindos mandaba a paseo, por decirlo finamente, a un grupo de periodistas que le esperaban a su llegada a una cumbre comunitaria en Bruselas. Algo de razón no le faltaba al señor ministro porque él iba a hablar de su libro y resulta que al final le preguntaron si iba a subir la gasolina, y así es imposible fijar una política económica seria. En Estados Unidos aun fue más grave la cosa. Un senador republicano y exmarine, Michael Grimm, amenazó con partir en dos y tirar por el balcón a un periodista que le preguntó por lo fondos que financiaron su campaña.

Eso pasa por preguntar un poco a la brava, que se puede hacer de un modo más pausado. En mi debut en La Noche en 24 horas tuve como invitado a José Bono, presidente del congreso. Abusando de una vieja complicidad familiar le quise buscar las cosquillas, siempre dentro de la cordialidad, y él, también dentro de la cordialidad, me vino a decir en directo que adelgazase un poco y que me hiciese como él un injerto de pelo. Y la verdad es que cualquier día de estos le hago caso, aún a riesgo de que en el próximo ‘directo’ para el telediario me confundan con Hilario Pino y no con Antonio Ferreras, que es lo que me pasa habitualmente.

‘Bono me recomienda un injerto de pelo’ fue el título de la primera carta que a través del Diario de Pontevedra envié a Manuel Jabois para contarle a la parroquia cómo me iban las cosas. Cuando me destituyeron, al final de esa temporada, Jabois publicó en su blog un artículo sobre mi trayectoria, digamos que con la neutralidad con la que yo suelo hablar del Pontevedra. Hasta llegó a decir que después de más de 20 años en la tele no había hallado a nadie que hablase mal de mí, que debió ser porque no se documentó mucho.

De todas formas lo mejor vendría en los comentarios que iban colgando en su página sus lectores, que más de uno me recomendó que me metiese el micrófono de oro que me había dado Luis del Olmo por donde me cupiese, que digo yo que sería por el mismo sitio por donde nos envió el otro día Luis de Guindos. Descubrí por ejemplo rasgos de mi personalidad que desconocía, como que yo era ‘enemigo de Israel’ y que por eso me estaba bien lo que me había pasado. Desde entonces veo agentes emboscados del Mosad cada vez que salgo de copas. También me enteré de que ganaba un pastón, porque alguien escribió; ‘Vade retro, se le acabó el chollo de cobrar 300.000 euros’. Menos mal que mi mujer no lo leyó,

La lista era muy amplia. Uno dejó escrito: «Nunca lo he visto, pero si lo trajo Fran Llorente que se joda como toda esa tropa de zpsocialistas». Los había más elaborados («ese Fortes es un alquimista que destila progreína tóxica como los arrabales de Chernobil») o los que dudaban de mi galleguidad («siento una profunda vergüenza como gallego por tener como paisano a ese personaje llamado Xabier Fortes»). Ahora entro en las discotecas bailando la muiñeira de Chantada.

Aunque lo que más he sido al parecer es sectario, y en concreto sectario recalcitrante, mientras que Ana Pastor es sectaria sibilina, que al parecer esto del sectarismo es como el ejercito y hay graduaciones. También he sido sectario de tomo y lomo, criptosectario y sectario abrasivo, que debe ser ya el no va más del sectarismo.

Aunque puestos a ser sectarios mejor sin duda entrar en la categoría del último de los mensajes; «Ese señor Forbes es un sectario sin igual» que ya firmaba yo ser sectario recalcitrante, sibilino y abrasivo en la misma noche y estar en la lista del tal Forbes ese.

La mirada sucia

En nuestro oficio nunca puedes confiarte. Fíjense en Pedro J. Ramírez, al que después de 25 años se lo cepillan por empezar a hablar de un tal Barcenas, que una cosa es escribir de los Gal y otra sacar recibís en la portada.

Cuando recibes el primer aviso ya empieza a ser tarde. A mí me llegó un día un sms de Ferraz preguntándome si venía de Intereconomía. Cuando el PP llegó a La Moncloa resulta que ‘tenía la mirada progresista’, y esto ya fue definitivo. Y eso que siempre creí que lo que yo tenía era la mirada sucia.

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