Jaime Río: "Tiña claro que ía morrer"

Jaime Río llegó a pesar 152 kilos, tenía hipertensión, colesterol alto, hígado graso y apena del sueño ► El cambio radical de hábitos, con dieta y ejercició diario, y una cirugía bariática dieron la vuelta a sus analíticas
Jaime Rio
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LA DE JAIME RÍO es una historia de obesidad común y excepcional a la vez. Común porque tiene ese período de espiral en el que se sube de peso durante años hasta que, cuando el afectado se quiere dar cuenta, su cuerpo es ya ingobernable. Excepcional porque no es uno de esos casos en los que la lucha con el sobrepeso se prolonga casi toda la vida, desde la infancia, sino que apareció en la vida adulta, tras décadas de absoluta normalidad.

Jaime, que tiene ahora 65 años, mide 1,66 metros y llegó a la madurez manteniendo el peso de toda su juventud: 75 kilos. Carpintero de profesión, a los 20 sufrió un accidente de trabajo que le obligó a jubilarse prematuramente. Ahí cambió todo.

Empezó a moverse menos y sufrió una depresión, para la que le prescribieron distintos tratamientos. Hubo problemas de salud en su familia y el tratamiento con antidepresivos se prolongó. Comía con entrega. "Estaba obsesionado coa comida", admite. Los problemas de salud se multiplicaron y crecieron. Nombrarlos es reproducir una lista eterna. "Tiña hipertensión, o fígado graso, colesterol alto...tiña de todo", dice. De la típica retahíla de males asociados a la obesidad, se libró de una extremadamente frecuente y muy peligrosa: la diabetes de tipo II. "Deso nunca tiven, pero todo o demais...", apunta.

Cuesta entender, visto desde fuera, el bucle que es el sobrepeso primero y la obesidad después. Un malestar anímico del paciente que le lleva a comer más y a no hacer ejercicio, a despreocuparse por su bienestar y a sorprenderse cuando se percata de que ha engordado cinco, diez, quince kilos. Esa situación redunda en su malestar y lo deja sin fuerzas, sigue comiendo. Comiendo y sufriendo porque para entonces, además, le acompañan ya otras enfermedades. Sin ánimo, rendido, sigue comiendo, engordando y enfermando.

Con pocas palabras, Jaime narra ese proceso. Como a muchos otros, llegó un momento en el que tampoco había descanso. No dormía, se caía de la cama, se despertaba sobresaltado de forma continua... tuvo que utilizar durante 15 años una Cpap, la máquina que ayuda a respirar a los pacientes con apnea del sueño.

Hace apenas tres años, Jaime estaba convencido de que "ía morrer". Pesaba 152 kilos. Fue derivado desde el Hospital da Costa, su centro de referencia porque es vecino de Foz, a la consulta de obesidad del Hula. Estaba esperanzado con la posibilidad de recibir una cirugía bariátrica y que eso le cambiara la vida, al igual que le había sucedido a su prima de Barcelona, que le hablaba maravillas de ese tratamiento. Como a muchos enfermos le costaba ver que, antes de eso, tenía que cambiar de hábitos y probar que los mantendría en el tiempo. Adelgazó 15 kilos en los primeros meses en consulta con su endocrinólogo, el doctor Botana, al que se declara "moi moi agradecido". Fue más ligero a una visita y, cuando le dijeron que entonces todavía no iba a ser operado, se le cayó el mundo encima. Le dijo al especialista que quizás no volviera más a la consulta, pero el médico lo convenció de perseverar y, meses después, había perdido otros 18 kilos más.

Entonces sí fue operado. La intervención dejó su estómago al 20% de su capacidad y dio paso a una persona nueva, que llegó poco a poco. "Agora como de todo, intento evitar as grasas, pero como de todo", dice. De todo, pero poco. De todo, pero ordenado. El día que se hace esta entrevista, en el que Jaime viajó al Hula para una revisión, comió en un restaurante callos y merluza. De los callos, una cucharada literal, insiste. Y en este caso, significa realmente eso: una cucharada. Además, lleva una vida activa y hace ejercicio a diario.

"Hai catro anos que me dan as analíticas perfectas", explica. Los cambios en sus hábitos, que tiene claro que serán permanentes, le permitieron revertir claramente su situación. Nada tiene que ver su estado de salud con el del pasado. No tiene hipertensión y ha dejado de usar la máquina para dormir, algo que celebra muy especialmente.

Lejos quedan los 152 kilos que llegó a pesar. En la actualidad, Jaime pesa unos 90. Después de la intervención y de una pérdida sustancial recuperó cinco kilos, que es algo habitual entre los que se someten a una cirugía de estas características. En su consulta de seguimiento más reciente, le confirmaron que seguía muy bien y que, de hecho, desde la cita anterior había perdido un kilo más. "Atópome mellor que cando era máis novo", dice rotundo.

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