Iván Lindín, la transformación de la vida desde una silla de ruedas

La guillotina de la desgracia, de lo inesperado y de la tragedia pasó hace tres años por la vida de Iván Lindín, mariñano de 39 años, afincado en Vilaframil, territorio ribadense, postrado en una silla de ruedas tras un accidente laboral. Atado al sufrimiento, resignado en su nuevo modus vivendi, sus palabras evidencian un estado de ánimo sin fisuras, sólido, pero únicamente sus emociones conocen cómo se encuentra esa balanza que todos llevamos insertada entre la felicidad y la amargura.

El accidente supuso un sablazo a una vida independiente. Trabajó desde joven y gastaba el dinero «en lo que quería». Una de sus pasiones son las motocicletas. Es coleccionista. Posee una treintena, solo cuatro matriculadas. Pero le reconforta manipularlas, aún sabiendo que nunca montará en ellas. Y lo echa en falta. «Me cuesta», dice. Su matrimonio con la velocidad sobre dos ruedas no lo rompe. «No me desprendo de ellas; me hace ilusión seguir reparándolas», advierte.

Un hecho imprevisible
Nadie nunca espera lo peor. Un accidente que te deje en silla de ruedas. Aún así, Iván, fontanero de profesión, sabía que algún día podía sucederle un suceso trágico. «Por el tipo de trabajo que tenía, en obras, es relativamente fácil tener un accidente», comenta. A pesar de poseer un empleo con cierto grado de peligrosidad, no se imaginaba de protagonista de una vida como la actual. Iván cuenta cómo la desgracia está a la vuelta de la esquina, y aparece de la manera más insospechada y despiadada: «En el hospital coincidí con una niña de 19 años que se quedó tetrapléjica por un infarto medular. ¿Sabes cómo se le produjo? Por un estornudo. Si te pones a pensar cuántas veces estornudamos al día...», cuenta.

El deporte como antídoto contra la depresión con Pekín 2020 en el horizonte
La inactividad, la falta de sueños, la ausencia de objetivos son una lapa que se adosa al cuerpo de un parapléjico, como el caso de Iván Lindín. «Los días son demasiado largos si no tienes nada que hacer», explica. Por ello, retomó su afición por el tiro olímpico «que requiere mucho tiempo de entrenamiento». El deportista discapacitado hace trabajo físico por las mañanas y entrena el tiro por las tardes. «Es disciplina», dice, y advierte: «Es muy fácil ver cómo son las diez de la mañana y, como no tienes nada que hacer, te quedas en la cama», comenta.

Tras pasar por el Club de Tiro Olímpico Real Aeroclub de Lugo ahora forma parte de El Castro de Narón, ya que le facilita la participación en pruebas nacionales. Su sueño es llegar a los Juegos Olímpicos de Pekín 2020.

La ayuda de la familia y los amigos, claves para un alfocense
La vida de Concha y Pedro cambió el 10 de julio de 2009. Un accidente laboral giró la trayectoria vital de la pareja 180 grados. Hoy, más de cuatro años después el marido, Pedro, come solo, habla y está aprendiendo a andar, tras sufrir un daño cerebral severo. «Los médicos dicen que es un milagro», asegura Concha, su mujer, que dice que la evolución de su marido se debe al «trabajo, trabajo y trabajo».

Tras el accidente ambos pasaron más de ocho meses entre hospitales. Burela, A Coruña y Barcelona fueron su destino. La vida cambió a Pedro, pero también a su mujer, y a su entorno. El paso por el Instituto Guttman, en Barcelona, fue de gran ayuda para Concha, que vive junto a Pedro en Alfoz. «Me enseñaron qué era la enfermedad, sus consecuencias, cómo había que manejar a Pedro; además, me dejaban colaborar, levantarlo, trabajar con él en la rehabilitación, pasearlo», cuenta.

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