Inversión o dispendio

Hay futuro. (Foto: Pepe Álvez)
photo_camera Hay futuro. (Foto: Pepe Álvez)

TIENE NUEVE años y tres obsesiones básicas: la Wii, las sensaciones encontradas producto de su incipiente despertar sexual y el fútbol. Su próximo videojuego se lo está currando en los exámenes finales, pero de momento le debo dos cosas: unas explicaciones que no se queden demasiado cortas ni demasiado largas y un regalo pendiente de su primer diez.

Él se había decidido por una camiseta del CD Lugo, ahora que Cordido y Calles me lo han convertido en ultra de la Peña Piño Quiroga y que tiene toda la ilusión de permanencia en Segunda A. Pero luego nos pusimos a hablar y le conté eso de que no había nada seguro, y de que lo que se había conseguido en el campo no valdría de nada si no se conseguían vender las acciones suficientes para convertir el club en sociedad anónima deportiva. Evidentemente, entendió más bien poco, pero sí lo suficiente como para decidir por sí mismo que invirtiéramos la pasta de la camiseta en ayudar a que el Lugo no descendiera. Para mí que el muy canalla lo hizo confiado en que su gesto le iba a asegurar las dos cosas, pero esa es otra historia.

El caso es que tengo que reconocer que yo en este asunto estoy tan confuso como un chaval de nueve años con una erección mañanera: promete placer, pero no acabo de verlo claro.

De entrada, pensando en alto y con un mínimo de sentido común, tengo que estar radicalmente en contra del uso del dinero público para el sostenimiento de los clubes deportivos profesionales. Supongo que no hace falta abundar más en lo evidente. Luego pienso en el caso que ahora nos preocupa y las vísceras se me amotinan sin remedio y los argumentos se me llenan de peros.

Millón y medio de euros han apoquinado entre Diputación y Concello para esta aventura. Un pellizco de los de hace ocho años, un dineral de los de ahora. En el tiempo de conlaqueestacayendo, injustificable. Así que lo que voy a escribir me lo tragaré sin más en el mismo momento en el que me lo eche en cara cualquier parado o cualquier ciudadano indignado. O yo mañana mismo.

Porque si bien es cierto que Lugo no está para dispendios, tampoco puede permitirse el lujo de perder lo poco que tiene. Y el CD Lugo y el CB Breogán -siento reconocer que sobre el Breo aún no tengo una opinión formada, porque me reconozco incapaz de comprender a qué narices está jugando el BNG en este asunto- son de lo poquito que queda. Seamos aficionados o no, son reclamos que regularmente traen a la ciudad visitantes que beben y comen y compran y duermen. A expensas de que los datos me desmientan, no creo que nuestra orgullosa muralla haya llegado aún al punto de arrastrar más pernoctaciones que estos dos clubes deportivos.

Tampoco sería ocioso realizar un estudio sobre cuánto costaría a nuestras instituciones públicas una campaña de publicidad para colocar tu marca, Lugo, en los principales periódicos, programas de radio y espacios de televisión de todo el país y durante todo un año. Desde luego, ese millón y medio no llegaba ni para abrir boca.

Tampoco estamos hablando de salvar a un club que haya derrochado lo que no tiene en fichajes imposibles ni en los caprichos estrambóticos de sus directivos, sino de una entidad que está reconocida unánimemente en el país como una de las más pobres pero más responsables y saneadas del fútbol español. Un fútbol que, por otro lado, se mantiene vivo en un porcentaje alarmante por las ayudas públicas de las administraciones correspondientes y las tragaderas de Hacienda y la Seguridad Social, desventaja contra la que también tiene que luchar un club cumplidor como el lucense.

El problema es que, con ayuda pública y todo, al CD Lugo le siguen faltando 829.000 euros y cinco días para sumarlos. Es el momento de que los aficionados y, sobre todo, los empresarios den un paso adelante. Especialmente los del sector de la hostelería, tan propensos al llanto y tan refractarios al compromiso. Más que nada porque un fracaso del Lugo podría dejarlos también a ellos con la estupefacción improductiva de un púber ante una erección mañanera.

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