Indepencuentistas

SORPRENDE la contumacia de los indepencuentistas (todo por la pasta) catalanes al insistir sobre su quimérico éxito consulta/simulacro para no ceder en sus porfías, lo cual hace pensar que no deben de tener argumentos más sólidos que proponer. Ni falta que les hace. Su pertinacia casi merece premio, que incluso puede tenerlo si las advertencias que (no) reciben (podrían ahorrárselas los amenazantes) no pasan de eso, ahora y en lo sucesivo.

Quienes desafían deberían de estar arrepentidos de haberse opuesto a un referéndum vinculante. Ya se habría acabado el jaleo, o al menos acallado. ¿O no es la resistencia que encuentran lo que les da vida? Si solo uno de cada tres catalanes se pronunció a favor de la independencia en lo que se considera farsa, y se presume que lo hicieron todos los interesados, la proporción sería todavía menor tratándose de una consulta reglada y autorizada; no habrían podido intervenir ni extranjeros ni menores sin derecho a sufragio, como ocurrió en la pantomima. O se habría evitado que un votante depositase la papeleta en dos o más lugares diferentes.

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