Impunidad penal

SI DEMOSTRADO está que las cárceles no rehabilitan a los delincuentes (al revés, la mayoría perfecciona el oficio), pudiera parecer que su aislamiento carece de sentido. Pero también es verdad que los correccionales están para algo, y así su principal función ha de centrarse en recluir a quienes desafían la convivencia social y vulneran las leyes. Caben pocas alternativas para quienes rehúsan enmendar sus fechorías. Lo peor es que la mayoría, aprovechando que la legislación es más garantista con el transgresor que con el menoscabado, los chorizos apenas pisan una celda y gozan de impunidad penal para seguir robando. Es el caso, por ejemplo, de los ladrones de arte sacro en las iglesias, que reinciden una y otra vez sin ningún impedimento. Se juzga en Lugo a un trío para el que el fiscal solicita siete años, tres para el cabecilla y dos para los compinches, siendo reincidentes, con lo cual solo el primero irá a prisión, en caso de que la condena coincida con la petición. Los otros tendrán el horizonte despejado. ¿Es esto lo que demanda la sociedad?

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