Ignasi Terraza: ''Quiero disfrutar porque tengo entrada de primera fila en mis conciertos''

Ignasi Terraza se interesó por el jazz gracias a un pianista ciego, como él: Tete Montoliú. Su modelo elogió "el sentido de la narración y la delicadeza de toque" de Terraza. Esas cualidades se escucharon este jueves en el Círculo de las Artes de Lugo, dentro del Festival de Jazz. Ignasi Terraza hace una constante referencia a su pérdida de la visión en relación con su inicio como pianista, como si convertirse en uno de los músicos más reputados de ese instrumento fuese una gracia que le tocó como consecuencia de esa desgracia. En su paso por Lugo estuvo acompañado por otros músicos de prestigio inmenso, como son el trompetista Josep Maria Farràs y el saxofonista Jesse Davis.

Estuvo usted hace unos años tocando en el club Clavicémbalo y ahora actuó en el Círculo de las Artes. ¿El escenario le influye?
Los clubes me atraen por la cercanía que se consigue con el público, pero prefiero los escenarios porque la actitud de los espectadores es mejor de cara a la música y porque el piano sufre menos. En los años 90 actuamos en Lugo y es una alegría comprobar que el festival está consolidado gracias a un grupo de aficionados que lo mantiene. 

¿Eligió el jazz por Tete Montoliú o el jazz lo eligió a usted?
Tete fue un referente personal cuando perdí la vista, a los 9 años. Yo estudiaba música clásica y un par de años después de quedarme ciego empecé a escuchar jazz. Lo escuchaba por mi cuenta y empezó a gustarme.

La crítica destaca su formación clásica y su amplio conocimiento de la historia del jazz. ¿Cuál es el papel de la música clásica en esas virtudes?
El conocimiento del instrumento es importante, pero no determinante porque las escuelas de música comenzaron en los años 60 y el jazz tiene más años. Muchos de los grandes no tenían la formación de una escuela. De hecho, yo no he vuelto a tocar clásica desde que acabé la carrera de piano.

¿Ni siquiera en privado?
Ni siquiera en privado. Lo que ocurre es que los invidentes tenemos que memorizar las partituras para poder interpretarlas y eso era muy tedioso.

En el jazz los temas son más breves y con menos a memorizar.
A veces, sí, y a veces, no. Lo bueno del jazz es que se basa en la improvisación. Prefiero improvisar, el jazz es más natural. Sin improvisación no hay novedad, no hay reto ni disfrute. Quiero disfrutar porque tengo entrada de primera fila en mis conciertos. Soy el que está más cerca de mi instrumento y, si yo no me lo paso bien, la gente tampoco se lo va a pasar bien. La música es un arte efímera y se trata de disfrutarla en el momento. Lo que importa es lo que suena en el presente imperativo.

Ese presente es muy imperativo. No me dirá que no pasa algún apuro improvisando en concierto delante de un público entendido.
Cuando improvisas se abren muchos caminos y, apoyándote en la experiencia y en la técnica, puedes seguirlos. La improvisación no es aleatoria, sino que hay un discurso y un mensaje que es lo que dan sentido a todo. Conociendo el sentido general del discurso, todo fluye.

Estamos poniéndonos filosóficos. Vamos a hablar de algo más humano, de su victoria en el certamen de Jacksonville (EE.UU.) de este año. ¿Cuáles fueron sus sensaciones en uno de los concursos de piano jazzístico más importantes del mundo?
Fue una gran alegría ya el hecho de haber sido seleccionado para la final. En la última prueba estaba muy nervioso porque el nivel era muy alto.

No tengo ninguna duda sobre la calidad de sus contrincantes. ¿Qué cree que llevó al jurado a decidirse por usted?
Destacaron la capacidad para comunicar, la técnica y el conocimiento de la tradición.

En el escenario estuvo acompañado por el trompetista Josep Maria Farràs. ¿Lo eligió porque comparte su visión fresca y animada del jazz?
Farràs y yo nos conocemos desde los años 80 y hemos ido colaborando desde entonces. Nos apetecía hacer algo juntos para recoger tantos años de colaboración.

El producto de esa intención es el disco ‘Plaça Vella’.
Sí, en ese álbum recogemos los diferentes estilos que toca Farràs.

¿Fue él quien marcó el estilo de esa grabación?
No, intentamos potenciar los registros que tenía cada uno para darle variedad.

Esos estilos van desde el swing al hardbop.
Están esos dos, también hay algún tema ‘neworleans’. Intentamos que fuese algo diferente del directo y que fuese agradable de escuchar. Un sólo largo de batería puede ser fascinante en directo, pero no tiene sentido meterlo en un disco por muy bueno que sea el batería. El disco debe tener una doble función porque mucha gente no tiene un equipo para escucharlo al volumen de un concierto y porque muchas veces se escucha en el coche; pero es importante que el jazz esté ahí.

Su invitado es el saxofonista Jesse Davis.
Lo llamamos para colaborar en este álbum porque queríamos dar brillo a algunos temas colaborando con Jesse, que es uno de los mejores saxos altos del momento. Farràs aporta mucho, pero queríamos darle brillo a algunos temas colaborando con él.

¿Supo adaptarse a ese estilo vivo que tienen usted y Josep Maria Farràs?
Se adaptó bien. Hay un estilo en el que todos nos entendemos porque, aunque cada uno tiene un sonido y una visión, hablamos de la corriente principal del jazz, de donde viene todo lo demás, y eso facilita el encuentro. En ese sentido, no hubo problemas en la colaboración con Jesse.

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