Huele a chamusquina

ALLÁ POR 1988 hubo un gran incendio cerca de Ribadeo. Muy cerca. La cosa comenzó como un incendio forestal como otro cualquiera, pero un día que matábamos el tiempo que nunca debería sobrar en la adolescencia, vimos cómo a nuestro alrededor comenzaban a caer pavesas. Cogimos las bicis y fuimos hasta donde nos dejaron, que era realmente cerca del pueblo. La carretera estaba cortada y había un gran trajín de carrocetas y coches de bomberos que no sé de dónde saldrían entonces.

Al rato un hidroavión pasó sobrevolándonos y algunas gotas del agua que soltó nos salpicaron la cara aliviándonos el calor que, incluso a kilómetros, escupían las llamas. Inmediatamente bajamos a la ría, donde pasamos un buen rato viendo amerizar a los hidroaviones por primera vez en nuestras vidas.

Luego llegó la noche y un resplandor muy vivo se veía hacia el sur, camino de Trabada y A Pontenova, aunque para nosotros era imposible saber dónde estaba el fuego. Hubo un momento en que nos cruzamos con un concejal que era tío de un amigo, pero ni siquiera nos miró. Y comprendimos que debía de estar pasando algo gordo.

Al segundo día comenzaron a correr rumores de posibles desalojos y algunos daban por seguro que el fuego llegaría a Ribadeo. Volvimos a donde el día anterior, pero ya no nos dejaron llegar tan lejos. Las llamas asomaban en un monte vecino y la cosa empezaba a impresionar de verdad, así que no volvimos por allí.

Finalmente, cuando el fuego estaba a las puertas de Ribadeo, consiguieron sofocarlo y la cosa quedó ahí, pero el episodio permanece intacto en la memoria de los ribadenses, que le vimos las orejas al lobo.

Por aquel entonces no había en A Mariña más que un medio de comunicación: Radio Popular de la Costa, así que este mismo diario y otro de la competencia tuvieron que enviar allí especialmente a redactores para cubrir de cerca el amago de tragedia. Aunque el incendio fue portada de este diario, no se montó demasiado revuelo mediático, y el que hubo se apagó a la misma velocidad que el fuego una vez que cedió el viento y los hidroaviones y la gente pudieron hacer bien su trabajo.

El jueves hubo un incedio de dimensiones también considerables en la parroquia focense de San Acisclo. La magnitud no tuvo nada que ver con aquel de hace tantos años en Ribadeo, además de no amenazar a ninguna vivienda. Sin embargo, tuvo un eco mediático amplio.

En el tratamiento de los incendios hay que reconocer que se avanzó notablemente. A Foz se desplazaron hasta tres helicópteros, además de los GES de Cervo, los bomberos, Policía Local, Protección Civil, Guardia Civil, personal del Concello y seguramente alguno más que no se me viene a la memoria y que confío en que me disculpe.

A pesar de que era un día que más bien parecía de junio que de marzo, con viento cambiante, finalmente el fuego lo controlaron bastante bien y consiguieron meterlo en cintura sin que las casas más próximas, las de Valmaior, tuvieran peligro alguno.

Estaría bien poder utilizar la frase: «Estas cosas se sabe cómo empiezan pero no cómo acaban», pero no es posible, porque al final, desgraciadamente, rara vez se sabe cómo empiezan. Algún tarado, un agricultor que se pasó quemando rastrojos, uno que tiró una colilla despreocupado, el sol que incidió en el ángulo equivocado sobre una botella arrojada en un lugar inapropiado..., cosas por el estilo. De vez en cuando pillan a alguno de los que empiezan estas cosas a propósito, pero rara vez, y entre la gente está instalada la convicción, sospecho que fundada, acaban encontrando el castigo que realmente merecen.

A decir verdad, en la comarca de A Mariña debemos ser agradecidos porque los incendios forestales es algo de lo que nos vamos librando, afortunadamente, porque ya hay suficiente con los accidentes que nos provoca el mar para encima tener que atender a los que nos provoque también la tierra. Por ejemplo, cuando el año pasado media Galicia ardía, aquí estábamos cómodamente instalados en la tranquilidad absoluta al respecto.

Dicen los que saben que esto es así porque el monte da dinero. Algo de eso debe haber, porque lo cierto es que hace tiempo que nos quedamos sin bosque autóctono, y ahora mirar algo que no sea un eucalipto es complicado. Hay que ir a buscarlo a propósito. Y los eucaliptos dan dinero.

Lo de Foz finalmente quedó en daños materiales. Confiemos en que además la cosa quede ahí y no volvamos a ser noticia por temas así.

EL GUSTO ♦ Castiñeira avanza la inminente ejecución del geriátrico

FOZ DISPONDRÁ de una residencia de ancianos y un centro de día en breve plazo. En una época en la que no abundan las buenas noticias, el alcalde focense, Javier Castiñeira, pudo dar una realmente buena a sus vecinos el jueves, cuando el DOG anticipó la aprobación de la partida destinada a la construcción de este servicio, que es realmente demandado en la comarca y cuya implantación en Foz es importante porque se trata de un municipio muy céntrico. Demanda tendrá más que suficiente, así que hay que esperar que se cumplan los plazos y se ponga a funcionar cuanto antes. 

EL DISGUSTO ♦ Los dolores de cabeza que acabó dando la pesca

MERCEDES RODRÍGUEZ, gerente de la Organización de Productores Pesqueros, tuvo unos días realmente malos. El conflicto de las cuotas de distintas especies acabó por convertirse en un auténtico galimatías de difícil arreglo que no hubo quien lo compusiera. Finalmente se llegó a una solución que a muchos indigna en Galicia, porque consideran que se está beneficiando a pescadores de otras comunidades. La promesa es que la cosa se podrá corregir. Desde luego no estaría mal. Mercedes Rodríguez no es completamente pesimista al respecto, aunque reconoce que hay mucho que hacer.

(Publicado en la edición impresa de El Progreso el 24 de marzo de 2014)

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