Pueden comer juntos en la cafetería o jugar al tenis en pareja, pero los socios de las instalaciones deportivas de la fundación Santiago Apóstol, en Madrid, deben bañarse en piscinas diferenciadas por sexos, algo «arcaico» y «anacrónico» para algunos usuarios, que aun así reconocen ciertas ventajas.
«Me parece arcaico, pero te acostumbras y al final te da igual», dijo una bañista de 60 años que lleva décadas como socia de la fundación Santiago Apóstol, donde empezó a ir tras aceptar la invitación de su marido.